Gracias Dios
Gracias Señor por cuidarme cada día en las calles. Gracias Jesús por no descuidarme.
TOMEMOS EL CARRIL IZQUIERDO
Asfaltan callejones sin salida en esta ciudad. Calles que solo llevan a las casas de la gente que vive allí. Calles de pocos metros de largo, calles estrechas por donde solamente pasan los carros de la gente que vive ahí. ¡Para qué!
Con toda claridad digo ahora, como ya antes me dije, que si alguien que maneja cualquier vehículo o alguien que simplemente se mueve por la vía muestra (y entonces, yo siento) que necesita o quiere o pide para él o ella toda la vía, yo se la cedo, en un montón de situaciones variantes de esta situación límite, y creo que en todas las variantes.
¿O es que la palabra es manzanar?
Antes de salir hoy de casa, inflé un poco la rueda trasera.
Bicicletas en las calles urbanizadas del valle de Cochabamba, gente que usa bicicletas en esta semana en que los barrios de la "clase media" mestiza o aspirante a mestiza bloquea sus calles en contra del gobierno de Morales. Pocos motores en movimiento durante algunas horas de los días, lo que me gusta. Pero no me gusta el modo de bloquear, impidiendo el libre movimiento de la gente en bicicletas. Los bloqueadores igualan a ciclistas con motoristas de moto y de carro, al hacernos bajar de nuestro vehículo en cada punto de bloqueo para pasar lentamente.
Avenida V.U., casi km. 11, chorro grueso de agua que sale de lote situado en el lado norte, hoy, hace minutos.
Hace más o menos un mes, cuatro o más árboles fueron talados en Florida Sur. El lugar : desde el letrero "Eros" (es un motel, parece) en la avenida Blanco Galindo, entre el kilómetro 6 y el 6 y 1/2, se entra dos cuadras al sur y media cuadra al este. Pueden haber sido hasta seis árboles. Eucaliptos, molles. De entre 20 y 40 años, calculo, por el tamaño de los tocones, que allí quedan, arrancados, amontonados, listos para ser llevados adonde nadie recuerde que una vez fueron árboles. La amplia vereda en la distancia de media cuadra donde estuvieron plantados está nivelada, la memoria fue arrancada y aniquilada. No más. Tabula rasa. Así pasa en este valle de Cochabamba, en muchos barrios; y son los vecinos los dañinos. El conjunto de los vecinos está librado a la influencia, el poder de los vecinos fuertes, poderosos, platudos, que en el caso del barrio este, pueden ser empresas. Una pareja de enamorados de unos 20 años de edad cada uno, fue la que me contó la cosa hoy en la noche. Estaban ahí, charlando; y compartieron conmigo la amargura, la impotencia. "No sabemos : hasta puede que un árbol sea más que cualquiera de nosotros, gente, si es que hubiera que medirnos, pero no se trata de eso...", eso llegamos a decir entre ellos y yo.
Cruzo a pie la avenida Blanco Galindo poco antes del mercado de Colcapirwa. Es medianoche. Llego a la jardinera del medio. Veo que no viene carro. No es el mejor lugar para cruzar, porque la rotonda a una cuadra de aquí no deja ver con suficiente anticipación la llegada de los carros. Como qué, se viene uno que no me deja tiempo para subir a la bicicleta, y tengo que seguir a pie, hasta bajar a la calle intersectora, donde recién monto. Busco el camino viejo a Quillacollo, casi vacío a esta hora, con una luz pública que me gusta : es parte de mi casa, es mi comodidad, es la antesala, el umbral de mi casa.
Entre el templo de San Gerardo, cerca de la esquina noroeste de la laguna de Coñacoña y la capilla del Carmen, en Capacachi, la vía, pavimentada harán unos cuatro años, y que continua hacia el oeste la avenida d'Orbigni, tiene en muchos trechos huellas en bajo relieve : de pies descalzos, de zapatos, de pezuñas de perros. Me gusta verlas. Antes de que el cemento cuajara, vecinos, hombres y animales pusieron sus marcas al cemento.
Los molles echan renuevos, que son ramitas tiernas, muy delicadas, esbeltas, flexibles, y de un color verde claro que a mí me gusta, que se acerca al verde lechuga pero que de algún modo es más serio, color verde claro de hoja nueva de molle, pues. -- Arranca uno o dos centímetros del extremo del renuevo, ponlos en tu boca, siente el sabor, masca, muy lentamente, traga... es el sabor del molle. Amargo, ácido, a quemado, pero qué fresco.
Una movilidad muy ancha y maciza pasa cerca de mí cuando yo iba caminando por la calle Uruguay esquina Lanza, a las 6 de la tarde, hoy. La placa es 2693 RPA. Toco suavemente la lata blanca y le digo al motorista que no debe pasar tan cerca de alguien que camina. Se baja. Es un hombre de mi edad o unos cinco años menor, debe ser de mi estatura o algo más (soy mediano), pero pesa al menos 130 kg, es una masa el hombre. Me dice: "¿Qué cosa has dicho?" y con la mano derecha abierta me pega en la mejilla izquierda : es una mano maciza, grande. No me da muy fuerte. Gritan en mi defensa al menos dos mujeres vendedoras de flores, insultándolo una de ellas con la palabra "chancho". Mientras sube a su tinglado con motor, le digo que le había dicho que no debe pasar tan cerca de alguien que camina. Y le meto el puño diestro, que le llega al antebrazo que sostiene el volante del motor. No se baja de nuevo (por suerte).
Subiendo de noche a Illataco, por la calle de los álamos, unas cuadras antes de la fila larga de esos árboles que hay a un costado del camino, oigo el tintín de un fierro, pienso que no me compete, que pudo ser un pedazo de lata maciza, pero recapacito y digo que debe ser la plancha que ataja el pasador que agarra la parrilla a la horquilla trasera de la bicicleta. Paro, parqueo la bi contra el borde de cemento de la acequia revestida. Vuelvo caminando -- hay luz, es amarilla, suficiente -- y a los pocos pasos hallo no solo la plancha sino también la tuerca. Agradezco a arriba. Recoloco las piezas, apretándolas con los dedos.
El agua que algunas vendedoras de mercados de esta ciudad echan al suelo asfaltado, más pesada que el aceitoso asfalto, entra, lo agrieta y corroe. También el pavimento, si está previamente agrietado, sufre con el agua. Y en las superficies de tierra de los caminos del valle todavía vestigialmente rural, las organizaciones de vecinos, algunos de los cuales usan motores para moverse y mover sus mercancias, vierten toneladas de piedra de tamaño irregular, para contrarrestar el efecto embarrador que en la tierra de esos caminos tiene el agua de las lluvias que vendrán. El agua es fuerte y dura, es pesada y cortante. Basta ver lo que hace cuando cae, por más que lo haga de gota en gota, sobre la piedra.
Las copas (o algunas de sus partes) de algunos árboles, su altura y profundidad.
Será hasta que aprendas [a manejar bicicleta = ceder el paso a los motores, se supone].
https://www.lostiempos.com/actualidad/pais/20191008/indigenas-denuncian-evo-onu-incendios-forestales-extractivismo-no-consulta?fbclid=IwAR2rLlr1va1hCi1WYuAqu3xdMFmlC3r70FjOJQqepjuzjItUNJ7ZsIZk-NE
Mi hijo Ernesto me anunció que, yendo en bicicleta ambos, él me dejaría atrás. Esto fue cuando su cabeza todavía no llegaba a la altura de mi hombro. Ahora que me pasa en altura con una cabeza, hacen años ya que, en bicicletas, me deja atrás, especialmente de subida. Y es corredor de bicicleta.
Hay un conejo wawa en el patio de la casa donde vivo. Como su mamá coneja, en las mañanas sale del alto pasto seco donde vive, al centro del patio, a mordisquear raíces de pasto retoñante. Espero que de ella aprenda a cuidarse, porque en estos días el gato negro me visita más seguido. Chhitaqoy se llama la especie, y parece que es la misma del cuy, pero silvestre. Qué lindos son. El color de su pelaje es uniforme, no manchado como la mayoría de los cuyes que conozco.
Me rozó la rama seca de un arbusto, apenas.