viernes, 3 de junio de 2022

Silencio es libertad

Algunos carros llevan altavoces que, privatizando lo audible del aire, propagan más mercado excluyente, más acumulación privada mala, y van hacia destruir el silencio que es condición para el nacer de la interioridad de las personas (visto esto desde la sospecha: tanto ataca el enemigo a las personas que sin duda éstas, es decir, nosotros, podremos, con la ayuda de quien sabe y puede libertar, liberarnos de su lazo).

jueves, 2 de junio de 2022

Mujeres en motos en el valle, y la motorización aquí, hoy

Yendo a la compra de verduras en Paucarpata bajo, en la calle llamada florida, pasan en sentido contrario, no lejos de mí, una detrás de la otra, dos mujeres en sus motos, una que lleva detrás suyo a una niña. Sus velocidades son como de mujeres locales, digo que no atronan el espacio, no se lo tragan. ¿Hace cuántos años empezó la motorización visible, medianamente extensa de las mujeres de entre veinte y cuarenta en este valle? En la ciudad de Cochabamba, hace unos 35 años; en el campo, deben ser hace algo más de diez.

A ti, Señor Dios, te pido paciencia cada día al ver y sufrir a tanta gente con autos y motos en pleno campo, pido me ayudes a interiorizar mi participación integral en este desastre humano que es la motorización, es decir, mi cuota parte en la destrucción de este valle, y te pregunto si tú quieres que yo haga parte de una reacción ante este error.

Mujeres locales en motos, presencias no tan hostiles como algunos hombres locales en motos: apurados muchos de ellos, sobre motos en general más grandes y polvosas, que ocupan con más estorbo y peligro para gente a pie o en bicicleta, más espacio. Lo que va junto a los muchos autos, algunos de ellos carros grandes y pesados, camiones largos y torpes que ocupan por ratos y trechos los caminos cada día más solados, viales para ellos, de este valle. A lo que se suma el chirrido múltiple, constante, por todo lado, de las variadas máquinas cortadoras de plantas en el valle, manejadas por vecinos o por empleados de las alcaldías. Y esto es empeorado por las máquinas que suenan en los (todavía activos, aun en medio de la recesión económica de hoy) sitios donde se construyen casas, edificios. Aquí al lado, en la construcción vecina, en este momento hay pausa de las máquinas a motor; es un respiro, un alivio para mí. Pero al entrar de vuelta de mis compras, vi que, como otros días, hay en el lote ese, dos movilidades estacionadas: pongo que por el aspecto, la camioneta es del dueño y el taxi es del maestro constructor. Hay días en que son tres las movilidades ahí quietas largas horas. Como llegan camiones con material de construcción, pueden ser cuatro y, a veces, más de cuatro autos a motor ahí, sirviendo al acto de levantar esa casa. La desmesura, la desproporción.

Como, en general, es el motorismo industrial: desparpajo, truculencia, sobredaño, inconsciencia, desmemoria, catástrofe situada en lo final de este tiempo último.

¡Sálvanos, Señor Jesús, dueño del mundo y de la salud del mundo, no dejes que lo acabemos de destruir!

verde tornasol que aletea en la mañana en Illataco

parado delante del k'aralawa (recién me dijeron y debo confirmar este nombre del arbusto de hojas de color verde cemento con largas y estrechas flores campanudas de colores verde desvaído y amarillo desleído, que ahora aloja a una liviana, cortés enredadera de achojcha cuyos frutos empiezan, los viejos que, pues sobran, no cosecho, a amarillear, y los nuevos, que ya cosecharé, a tardar en crecer, engordando verdecitos), me lavo los dientes en la mañana apenas húmeda; la cordillera del Tunari, allá arriba, detrás de nubes no completas, no espesas, tiene pocas y someras manchas blancas en sus oquedales, que a media mañana escurrirán (anteayer y anoche lloviznó poco y esparcido, y la ligera persistencia de ese aguarse el cielo sobre la tierra, me gustó harto; atemperará el calor de esta mañana de otoño); el aire es fresco, la luz del sol es suave y dorada, el día tiene una hora de empezado; un par de picaflores llega hasta el matorral sunch'u que hay a dos metros al frente, hurga cada uno de ellos algo pardo y seco en la seca planta, titilando verde tornasol un segundo, menos de un segundo, y se van los dos chirriando en el aire; no se atrevieron a venir al k'aralawa (será éste su nombre?), el hombre con vaso de agua y cepillo de dientes, cuyos brazo y mano se mueven con energía entre boca y costado, que soy yo, los cohíbe; se van; eran de los pequeños; no llegaron hasta las flores todavía algo frescas del (todavía inseguramente nombrado) k'aralawa; un instante suspensos ante mí, los dos pajarillos me parecieron de cuerpo lleno, digamos, gorditos...; ya volverán, cuando yo no les estorbe en el patio

Curar la bi

Recorro con la yema aceiteada de mi dedo índice el largo de las oxidadas varillas o rayos (que no radios pues son tangentes!) de la rueda delantera de mi bicicleta, alargándoles su vida. Curo (en el sentido de atender para preservar el estar, dándole el tratamiento que, por ejemplo, lleva a un trozo de pescado a ser salmón ahumado, o hace de una pierna de chancho, jamón) mi bici. Al salir mañana, el polvo del camino se pegará envolviendo a esos fierritos y así quedarán separados del aire algo oxidante de este valle.