miércoles, 11 de septiembre de 2019

Viaje y regreso

Los diez y más kilómetros que llevan a la ciudad de Santa Cruz desde el norte tienen una mayor proporción de empresas grandes que parecido número de kilómetros que salen de la ciudad de Cochabamba hacia el oeste, hacia el este y hacia el sur-sureste.

Llegué hoy de Santa Cruz en flota. Lo que siento es raro. Esta es mi ciudad, es mi lugar. Lo sé desde hacen más de diez años, yo soy de aquí. Aunque Santa Cruz me gusta más, su aire, su humedad, su verde, su cielo... no lo entiendo, este, Cochabamba, es mi lugar.

Me cayó mal la ampliación a cuatro carriles de la carretera hacia el Chapare, que ahora se construye. Es acelerar la destrucción de Bolivia. Cuánto duele.

Viajé ida y vuelta en flota, pagando la cantidad mínima, pero en asientos más amplios que lo que el largo o el ancho de mi cuerpo piden, en postura casi echado del todo. Ambos buses tenían un baño (que necesité más de una vez, por esto de la próstata...). A la ida, un pasajero, reclamando en voz alta, insistente, logró que el chofer bajara la velocidad a la que manejaba, que ya no pisara baches con descuido, que dejara de pasar a otras movilidades en plenas curvas; es posible que ese hombre preocupado y responsable nos haya salvado a los pasajeros de ese bus.

Ya aquí, necesité recuperar una hora de sueño en la tarde, pese a haber dormido mi dosis habitual en las dos noches anteriores, pasadas en viaje. Debe de haber sido por las malas posturas.