jueves, 15 de noviembre de 2018

Fuegos en la calle

Apago el fuego golpeándolo con un cartón, lo ahogo, lo sofoco. Piso las brasas restantes de plásticos y papeles poniendo entre ellos y la planta de mis zapatos una bolsa de cemento. Fueron unos minutos. Son las nueve y cuarto de la noche. El lugar es la avenida Reducto entre Cuatroesquinas y Colcapirwa. Acabado mi acto bombero, por subir a la bi, veo venir una mujer de unos sesenta y cinco años, de pollera, alta, con papeles y cartones en las manos. Le pregunto si el fuego era suyo. Dice que sí. Le digo que prenda su fuego "waj lado, no al lado de plantas, que se pueden encender". Al principio, no quiere aceptar que su fogata estaba al lado de plantas. Después, dice que esas plantas "son basura". Ay. Le digo que no queme plásticos, que su humo es venenoso. Se hace la que no entiende. Ay.

Más abajo, ya en el mismo Colcapirwa, en un descampado donde estacionan camiones tráiler, un grupo de gente (que parece una familia) alrededor de un fuego. Caray, hace calor, estas últimas noches hizo un calor inaguantable. ¿Qué necesidad tiene la gente de calentarse con fogatas? La segunda fogata vista también era alimentada en parte con plásticos. La gente quema su basura. Ay.

viernes, 2 de noviembre de 2018

Caímos

Nos caímos los tres. Volviendo de una tarde de piscina -- hartados de chuchusmuti, mote de maíz, poroto, haba, quesillo, humintas y k’allu, y con un casco del agua amarilla hecha de maíz en mi sistema -- con mi Lala, que ya casi nada, sobre la parrilla, y Neto, que tiene miedo al agua, en la barra -- muy despacio, por el borde de la vía, cansado, conversando con las wawas, siento que nos vamos a caer. Freno de a poco, lucho, forcejeo, intento durante un segundo y medio evitar la caída, pero no puedo. Es mi hija que suelta una mano, las dos manos de su agarre en los mangos de la parrilla, y se desequilibra. Cae ella, al costado derecho, fuera de la vía, en un trecho donde no hay bordillo, al suelo de tierra, y por un rato, la bicla ya quieta, frenada, creo poder evitar que Ernesto y yo la sigamos hasta el piso, pero el declive me quita piso donde apoyar el pie; cae Neto, y luego yo, con la bicicleta, su rueda trasera cubriendo una pierna de Laura, y la delantera apoyándose sobre una pierna del enano. En cámara lenta, suave la cosa: como que no lloraron ni tuvieron siquiera moretes. Se nos acerca un tipo borracho a ofrecer su ayuda, me dice “Te venció, ¿no?” Se acerca otro más, quiere sacar a Lala de abajo de la bici, pero no es necesario, ya la tengo sentada sobre un muslo y, sobre el otro, Neto. La bicicleta queda unos minutos tirada, despatarrada, ahí abajo, entre el polvo.

Montamos otra vez la máquina, vamos igual de lento, a casa. Laura me pregunta si no podemos caminar: “Va a ser lindo, pa, vamos a ir con calma”. Le digo que faltan varios kilómetros, que se olvide del miedo.

Una hora después, ya bañados, cenados y empiyamados, se me duermen, echados a mi lado sobre el cemento aun caliente del patio, mirando por el retazo de cielo libre entre las casas de dos, tres pisos, las primeras estrellas.

Noviembre 2002.

jueves, 1 de noviembre de 2018

El asfaltado

Cubren la tierra con un aceite negro espeso. La tierra queda tapada. La tierra muere.

Por esta calle Tumusla -- de la que sacaron las losetas hexagonales de cemento que la cubrían para ahora asfaltarla -- hace muchos años, con mi wawa Ernesto. Él: "Pa, no por aquí". Le pregunto por qué. Responde: "Duele". Los desniveles entre losetas le hacían saltar el trasero sobre la barra de la Fénix.

Si, como hoy, otras veces me quedara mirando un rato, como esta noche, quieto mirar el suelo, que ayer noche era de tierra abierta, y hoy está ennegrecido por el aceite grueso que le echaron encima... si pudiera como hoy (y como alguna otra vez también hice -- tan insensible no soy) ponerme abierto dispuesto a sentir... ¿qué es esto que hacen con la tierra? ¿qué le hacen a la tierra? Asfaltar es echar sobre la tierra aceite caliente, aceite grueso cuya última capa contiene un ripio ligero. Asfaltar es tapar, clausurar a la tierra, cerrarla, dejarla cancelada, anularla.

¿Qué es la ciudad? Ver las cosas que se hacen en ella, las cosas que hacemos en ella, quedarnos mirando esas cosas, salirnos durante un momento de lo sobreentendido, sorprendernos por ello, y ponernos con esfuerzo a entenderlo de verdad. Contemplar la ciudad. Contemplar quiere decir, originalmente, comparar el modelo o templo celeste acabado de lo terrestre por hacer, por "construir". Entonces, nuestro contemplar debe tener pensado, visto en la imaginación moral, un templo o modo o conducta celeste con los cuales contrastar esto terrestre que está ya hecho, habitualmente mal hecho, hecho para el daño.