viernes, 27 de febrero de 2015

Cuerpo de paloma en la Yarqay plaza

El árbol llamado paraíso da una pepa del tamaño de una aceituna pequeña, de color verde, carnosa, dura. Una de esas pepas está en el pico entreabierto de la paloma muerta sobre el asfalto, justo ante la rampa de entrada al mercado de la Yarqay plazuela o mercado Osorio, donde yo almuerzo a diario. Lentas, dos moscas se mueven por las plumas mustias, embarradas en el suelo mojado. Color rojo de sangre por entre algo sucio de barro, algo que debe ser un hueso. No encuentro el ojo del animal. Entro al mercado.

Al salir del mercado, veo a doña Gabi comidera, una de mis caseras, cruzar la calle, abrir la maletera de un carro, guardar algo allí. Sin palabras, socarrón, la felicito por tener auto. Digna ella, que es simpática, y cocina rico.

jueves, 26 de febrero de 2015

¿Por qué se quita la hierba nativa?

El machete golpea plano las hierbas sin cortarlas. El hombre es flaco. El machete marca una curva en el aire y cae cortando unos tallos. El casco del hombre es azul, su camisa de manga larga tiene la espalda con barro. Rotas por el machete más hierbas, unas de ellas de flores amarillas, pequeñas, abiertas y con los pétalos puntiagudos, hierbas caen, otras de ellas con hojas largas, lanceoladas, pero que no parecen pasto crecido sino otra cosa. El hombre obrero de la construcción, al accionar el machete la primera vez, abría la boca, fruncía los labios, arrugaba la frente, y cuando el fierro tocó los tallos verdes de la hierba, sin cortarlos, él soltó, aflojó el gesto, la cara se le compuso, como aliviándose. Temprano en la mañana, comienza la jornada.

Los condominios cerca, creciendo, más casas para gente con heladera y horno de microondas y automóvil particular y hijos en colegios privados, más casas cerradas entre muros que protegen la propiedad privada de los dueños de esas casas, protegidos por los políticos-policías encargados de mantener esta forma de encierro, con la que rentan, medran. Las casas residencias particulares que no son condominios, casas de dos pisos, algunas de ellas, tienen cables por encima de los muros, con letreros advirtiendo de electricidad de alta tensión. El miedo de los dueños de casa.

¿Por qué se eliminan las hierbas nativas que crecen en las aceras de las calles en Cochabamba? Supongo que los vecinos dueños de casa buscan uniformar el aspecto de sus fachadas, es decir, que los vecinos que ahora quitan "malezas" lo hacen copiando a los que lo hicieron antes. Unos y otros comparten, supongo, la idea de que pasto, florcitas, y pequeños, podados arbustos (además de, funcionalmente, permitir la visibilidad para que ellos dueños y sus guardias de seguridad privada tengan la visión despejada ante la aproximación de personas a su propiedad, para, reconociendo, evaluando, definir el grado cero o mayor que cero de peligrosidad de los aproximantes) son mejor opción que las hierbas nativas, que deben de parecerles, imagino, feas, o al menos descuidadas, que crecen hasta matorrales. Supongo que la idea es mostrar que se está atendiendo, algunas veces con trabajo alquilado, la acera, el frontis de la propiedad. No deben de pensar los vecinos en que las hierbas nativas que crecen sin estorbo cobijan fauna nativa. Los vecinos tampoco deben de explorar con sus memorias o su imaginación las potencias estéticas de las plantas dejadas a su libertad, ni la belleza de lo nativo, lo propio. Ni la ventaja de que la flora nativa, fuerte, adaptada, salvaje, no pide atención.

En esa esquina de la ancha avenida con calle de ingreso al barrio donde vivo, a la hora a la que llego de vuelta, diez y media de la noche, un hombre de edad media se ocupa de la vegetación compuesta por tres o cuatro tallos que crece en la jardinera de su acera. Riega, toca, retoca con unos pequeños útiles de jardinería de mango anaranjado, la compuesta tierra alrededor de las pequeñas, flacas plantas. Presente el propietario sobre su acera. Reduciendo el ancho de la calle, su aseado automóvil fosvaguen, estorba el paso lateral al rompemuelles doble que allí hay. Se mueve el jardinero propietario motorista por la acera, cuidando sus plantas, cada noche.

No hablar de la labor de las mayoritariamente mujeres de edad madura, salidas de provincia, de campo o de suburbio que, pagadas por la alcaldía, uniformadas, pasan como langostas digitadas (en equipos de ocho hasta veinte unidades) por diferentes zonas de la ciudad, eliminando todo crecimiento nativo, sano, para reemplazarlo con pasto y florcitas artificiales.

La flor de una de las plantas endémicas es de color blanco, con manchas de un amarillo tibio. La forma de la flor es la de una estrella de cinco puntas, cada una de las puntas es compuesta por varios pétalos, unos más largos que otros. Lo femenino de la flor, las partes amarillas, está repartido por el conjunto. Es linda. Esta planta es la eliminada de las aceras antes descuidadas hoy atendidas, linderas a lotes baldíos o en construcción. Hoy paré junto a un campo de estas plantas, en un baldío. Las hojas de la planta no son planas, sino que sus nervaduras las fruncen. El tallo y ramas, algunas de las plantas los tiene de color verde ceniza, otras los tienen de un rojo yendo a morado, del color de los tallos de cierta variedad de la yuca. Muchos bichos, que me parecieron las luciérnagas (pero, siendo de día, no lo confirmé) caminaban sobre las hojas, algunos de ellos en parejas, copulando.

martes, 24 de febrero de 2015

Envejezco

Soy un ciclista de cincuenta años. ( Cuando los hombres vivían como lo que aun son y nunca dejarán de ser, como animales, uno y todo con ríos lluvias mares, vientos soplos quedos, sol estrellas luna, piedras blancas y negras y de color verde clarito, cuando nacían de la luz de unos ojos y renacían por la caricia de unas manos, cuando ellos eran arcilla arenas el barro, y, como los insectos, las arañas y los ratones y leones habían sido emanados por las plantas, cuando los hombres fieras eran carne hueso sudor hedor aliento y sangre, ellos eran bestias... cuando éramos nada más que lo que debemos ser, calculo que los sobrevivientes, los que no moríamos de wawas, no pasábamos de los cuarenta años.) Me vuelvo viejo : huesos de los pies se me deforman, encimándose un dedo sobre el contiguo; la piel se me arruga; la vista empeora; oigo no muy bien que digamos; rindo menos (casi no corro), me canso (en bicicleta voy lento, tan lento por días, que hasta le hallo un gusto a esta lentura); mis pulmones están limitados; no huelo bien (es que no dejo de fumar), no siento el gusto cabal de las comidas que me gustan.

El día que vaya de paseo largo en el ciclo, de vuelta de esa salida... cómo la añoro... les cuento más de mi vejez reciente. Ese día, a la vuelta de ese paseo, chorreando sudor, gruesas las venas bajo el cuero, aireados mis pulmones, endorfinado mi cuerpo, aspirando aire, husmearé el aire, y empezaré a volver a ser la fiera que soy.

miércoles, 18 de febrero de 2015

Mi carnaval

Mi carnaval hoy, por llegar a los cincuenta años, es esperar que me mojen, ver que ni se fijan en mí para mojarme, y pasar y repasar, mostrarme esperando que, si no las de antes, las de acá, ahora sí, me mojen, por favor -- por dentro, digo, pido -- aquí estoy, qué, no me ven, mójenme, negras.

Claramente, el que te echen agua es señal de algún tipo de interés, desde la simple pequeña agresión (que parte de haberse fijado en el próximo blanco de la agresión) al interés de ese otro tipo, ya saben, rico interés, necesario, imprescindible de recibir... y que puede ser nada más en juego, no real, apenas virtual, pero así, reconfortante. Y interés que uno necesita también dar, ay.

Sí, al final, me mojaron, y me echaron espuma, suficiente.

Y yo, meta a mojar a esa gente y a otra, eso sí, con medida, casi con delicadeza.

Tuve mi carnaval, con la gente, con quienes hay roce diario, con los que me necesitan, con algunos de los cuales llega a haber hasta algo parecido al cariño. No pude beber alcohol, porque me medico (pequeña herida no relacionada con bicicleta, por si acaso).

viernes, 13 de febrero de 2015

A partir de un baile ensayado, visto en una plaza

Alegría en las caras, en los pasos de los fraternos que en la plaza Sucre, en la tarde de martes, ensayan el baile con que entrarán en carnaval. Grandes los parlantes que echan la música. Cables llevan de los parlantes a la caja trasera de una camioneta estacionada, donde vibra el generador que da corriente eléctrica para que suene la música de banda para que esos bailarines bailen.

De los cuatro abuelos de cada danzarín, ¿dos o más fueron ya caporales, tuvieron empleados a su cargo, los administraron, para que medren los patrones del caporal? Porque esa alegría contiene ducha eléctrica ya para la generación anterior al danzante. Contiene auto propio para los jóvenes de esta generación. Y colegio particular, profesión universitaria. Heladera y televisor hace dos generaciones, horno microondas en esta.

La música, que para los pájaros de esta plaza puede ser ruido, su volumen, ¿cómo los soportan ellos? ¿En algún momento se les ocurre reaccionar contra esto? ¿Y qué de los árboles? Ellos también reciben esto que no es suyo.

Los generadores a combustible fósil reemplazan la electricidad de la red, que viene desde la presa de Corani. ¿Qué yace bajo esta laguna que antes fue vallecito, inundado para electrificar a la ciudad de Cochabamba? ¿Qué se sigue pudriendo allí abajo? Los cables que conducen la corriente, tan cerca de los árboles; ¿cómo ellos los aguantan?

Esto de aquí, eso de allá lejos, lo que fue antes, lo que no vemos, lo que será. Quien siente y quien dice, y el que está al lado, hombre, mujer, animal, planta, piedra, aire, agua. Quién hace el mundo en que vive, el mundo inmediato, quien impone ese su mundo hecho a los demás, hombre, mujer, árbol, agua, aire, tierra; quién deshace el mundo en que vivimos.

A mis hermanas y a mí, al desayunar, nuestros papá y mamá nos enseñaron a pedir por la panadera, por el molinero que molió la harina, por los vallegrandinos que criaron el trigo, pedir lluvia para los campos, pedir sombra para los pájaros de los campos, para que puedan armar sus nidos, y cantar los pájaros. Pedir a Dios.

Sobre bailantes que practican al aire libre, ver http://cuadernociclista.blogspot.com/2017/09/bolivia-hoy-3-se-esfuman-los-bolivianos.html.

jueves, 12 de febrero de 2015

Una hoja

En el inflador, pegada, una pequeña larga hoja de molle. Es verde hondo desde el tallo, va cambiando de color, es rojo cobre a la punta. Cómo sentirá ella la húmeda agua que la tiene allí agarrada. Puede el inflador sentir algo. Es que pregunto. Y el agua, qué.

Uff, acabé, porque la goma debe estar completa, la toco, sí, está dura, la toqué. Inflé.

jueves, 5 de febrero de 2015

Requisitos para disfrutar

(Título puesto sin saber cuáles sean esos requisitos. Pero sí sé lo es el disfrute : esto, aquí, hoy.)

Sereno. Sé parte de lo que viene mañana, porque lo voy haciendo hoy. La parte que no sé, espero, por mi bien, soportarla... mientras hallo cómo cambiarla hacia donde el cambio sea justo.

Cosas del núcleo de la vida que vivimos (los gobiernos, la economía) están mal. No soy yo si no me pongo a hacerlas mejor, derrepente deshaciéndolas. No seremos nosotros si no nos ponemos a mejorarlas, por ahí, liquidándolas. Los gobiernos y la economía ponen barreras a las maneras en que nos tratamos entre nosotros, logrando, en el extremo, que no nos tratemos entre nosotros, refiriéndonos nada más a los requisitos de las máquinas estatal-económicas.

Sin los demás, soy poco, casi nada. Sin los que quiero, no soy. "Con los demás" quiere decir estar con ellos, ceder ante ellos, y, cuando pueda, darles mi dosis, pero, otra vuelta, hacerme dar las suyas... Qué más se puede esperar, pues, si son como yo : necesitan explayarse. Los que quiero son mis hijos, que, como están hoy, es, en parte, como los hice yo.

Descanso luego de haber hecho algo diferente (arreglé el freno trasero y está bien). Escucho música, la música.

Quiero cantar alto, pero me contengo.