martes, 23 de abril de 2024

Palestina preñada de liberación

Me crucé hace más de veinte años con la palabra árabe "medina" (que en castellano es un apellido, no?) leyendo sobre la, en ese entonces sobreviviente, zona del mercado de una ciudad árabe o bereber del norte de África: barrios muy antiguos, repletos de gente a pie, con calles estrechas, donde el único vehículo son los burros, cerradas a los autos.

Está claro, entonces, que "medina" quiere decir "barrio"; veo en internet que quiere decir también "ciudad" o "pueblo grande". En árabe hay otras diferentes palabras para "estado", "nación", "patria", "país", "comunidad".

En cambio, en el inventado y falso idioma hebreo que desde hace apenas 100 años empezaron a hablar los colonos sionistas-israelíes asentados en Palestina, sacándolo de libros, sin pista alguna sobre cómo pudo haber sido pronunciado (en cambio, hay huellas que indican probables pronunciaciones de otros idiomas muertos como el latín o el griego), la idea de "estado" se dice con la palabra "medinat".

(Y los israelíes-sionistas pronunciaron el hebreo del modo seco, raspante que pudieron sacar de su idioma yídish original, que es una variante eslava del alemán.)

Creo que esto puede apuntar a una realidad de la presencia sionista en Palestina: es temporal, pasajera, puesto que se queda en lo urbano, y no abarca, no puede apropiarse del espacio y los lugares palestinos si no es destruyéndolos: colinas (que los árabes supieron dejar tranquilas) construidas con casas con piscinas, valles hacinados de palestinos desplazados, ríos contaminados o desecados, ojos de agua taponados con cemento para causar sed palestina, olivos quemados (tres cuartos de millón en los últimos 75 años) para expulsar palestinos, hasta ovejas y cabras matadas!, desiertos acabados de resecar y que alojan instalaciones militares atómicas... los sionistas sólo saben destruir.

A la Palestina vibrante, que hace cien años exportaba dátiles, aceitunas, naranjas, y de yapa, intelectuales, estudiosos, poetas, los sionistas la han ido destruyendo, a la par que matan a los propios palestinos, a sus ciudades y aldeas, a sus familias y sus casas.

lunes, 1 de abril de 2024

El ciclista (17)

Sentado sobre la barra de mi bicicleta en movimiento, mi hijo de tres años, cabeceaba. Nos faltaba un cuarto de hora para llegar a casa. Mis brazos rodeaban su espalda delgada. El suelo del camino tenía poco desnivel. Vencido al fin por el sueño, sus dedos siguieron aferrados al manubrio y cuando el paso por un bateón nos impulsó hacia abajo, su agarre prensil a los tubos de la dirección de la bicicleta dejó a mi hijo niño, pese a haber resbalado su nalga de la barra, colgado de ella, a un costado del cuadro, todavía durmiendo. Sin parar la marcha, reacomodé con suavidad su asentarse sobre el fierro.