jueves, 22 de agosto de 2013

Fénix posada

Mi bicicleta amarrada. Mi bicicleta es una recta que entra a la acera, la ocupa en parte. Mi bicicleta quieta es lo primero que veo al llegar de vuelta al negocio de internet en que uso una computadora : su postura es llamativa. Mi bicicleta es agradable a la vista ; de entrada, a mí, me gusta.

Y tratándose de máquinas, ¡cuánto más necesaria, más manejable, y menos insoportable es la máquina cleta que esta otra, desastre, máquina teclado-computadora-conexión por cable a internet que ahora uso!

Me dirás, lector, lectora, que bici y online typewriter son máquinas diferentes, para diferentes usos. Sí. Pero hay una instancia, la del uso = cuerpo que hace algo, yo que hago algo con ayuda de una máquina a la que yo controlo, o cuerpo que es hecho = manejado por su adaptación a los requisitos de la máquina, requisitos que son definidos por otros... hay esta instancia en que vale la pena comparar cosas que en otros respectos son incomparables... digamos, comparar naranjas con manzanas, cuando decimos que una de ellas nos gusta más que la otra.

Mi bi amarrada. Ahora (es de noche) también amarrada la bi, sólo que allá lejos, a dos cuadras. Saliendo de esta sala de internet, ya iré a desamarrarla, para llevarla a una cierta distancia y volver a amarrarla. La bici amarrada : ¿es justo? ... Pero éste es otro tema, del que ya escribí, sólo que hace muchos años : la desconfianza abstracta, generalizada. A ver si un día de estos reviso lo que yo mismo escribí para ver si sigo siendo el mismo.