miércoles, 30 de mayo de 2018

Invocación

¡ Tantas ganas de hacer, junto con muchos, que las calles no sigan empeorando, hacer, con todos, que en las calles no nos sintamos ya amenazados, ajenos, a veces, hasta nosotros mismos peligrosos !

¡ Cuánta impotencia, qué inmediata la tentación de olvidar, de abandonar, de comprometernos, de transigir, de ir a la nada, disfrazando a la nada de un poco que es nada más nada, lo "factible" ! Pero, de vuelta del desaliento :

¿ Cómo organizarnos en medio del ruido, qué hacemos para dignificar nuestros días todos, romper las cuerdas con que, de todo lado, nos jalan, para forzarnos a nada más que sobrevivir como esclavos de la iniquidad ?

Antevíspera del invierno del año pasado.

viernes, 25 de mayo de 2018

Subo a la bicicleta

Subo a la bicicleta y el día se abuena. En el trabajo, algunas cosas trancadas. En la calle, alguna gente inquieta (pero uno besa, y uno toca, y uno recibe en los ojos el gozo desde los ojos de los otros; gracias, Señor). Pero subo a la bici y, sintiendo los baches, los aguanto -- me reconcilio con la leve realidad esta mía. Las piernas se sienten estándar, las rodillas son fuertes, el aire acaricia, la ciudad vive, yo pedaleo.

sábado, 12 de mayo de 2018

Mi ciudad desapareció, por Carlos Crespo Flores

Es el título de una conmovedora canción de la banda The Pretenders. Chrissie Hynde, su vocalista, la escribió en 1982 luego de regresar a su ciudad natal, Akron, Ohio, solo para descubrir que el “desarrollo” y la cultura del automóvil, habían despojado a la ciudad de su carácter y destruido los lugares en los que había crecido: “Volví a Ohio/Pero mi ciudad se había ido/…Todos mis lugares favoritos/Mi ciudad había sido derribada/Reducida a espacios de parqueo”.

Es el mismo sentimiento que me acoge contemplando la ciudad de Cochabamba, la urbe marketineada por el actual gobierno municipal como “sorprendente” o la “ciudad de todos”. El hábitat valluno donde crecí y amé no existe más, ha sido reemplazado por un espacio urbano polucionado, segregado y vigilado. El Estado y el Mercado en sus ángulos mas temibles ha llegado como una aplanadora, tranformando irreversiblemente la campiña valluna.

Soy parte de una generación que se curtió principalmente en la calle, el barrio, desarrollando un sentido de pertenencia al lugar, al microespacio, por tanto una identidad local. De esta manera, se podía hablar de los “caracoteños”, “calacaleños”, “sarqueños”, o “jauhuayqueños”. En mi caso, provengo de la “9 de Abril” y luego del “Complejo Fabril”. Hoy, no existen más tales identidades: la homogeneización paisajistica kitch del cemento (“ch’ojcha” llamaría el escritor Juan Cristobal Mac Leran) y el síndrome de desconfianza en el “otro” en nombre de la inseguridad, han debilitado irreversiblemente la imagen de la ciudad y sus diversas sensibilidades/imaginarios espaciales.

Lamentablemente no puedo ignorar que la población local valluna ha aceptado la transformación de la ciudad. En una suerte de servidumbre voluntaria ambiental, ha internalizado como un valor positivo la destrucción paisajística: son los mismos vecinos que cortan árboles, admiten el cementado de áreas verdes y la construcción de infraestructuras inútiles en espacios protegidos. La tierra de los poetas Man Cesped y Adela Zamudio, amantes de la naturaleza del valle, ha sido arrasada por sus mismos habitantes. Más aún, los cochabambinos han caído en la adicción petrolera; ricos y pobres, indios, cholos y criollos, asumen que el automóvil es el símbolo del progreso y la modernidad, a la que se debe acceder (tanto que el presidente del Estado Plurinacional lo ha considerado un derecho humano). Y cerrando la tragedia, el discurso de la inseguridad, por tanto la desconfianza en el otro se ha impuesto: frente a la violencia y la inseguridad se acepta incrementar los gastos defensivos, desde la vigilancia policial barrial, pasando por las cámaras de seguridad, hasta el autoencierro espacial, como se evidencia con el crecimiento de condominios y barrios cerrados. El miedo es el dispositivo más eficaz para establecer una sociedad de disciplinamiento y control.

“Volví a Ohio/Pero mi bonita campiña/Había sido pavimentada por el medio/Por un gobierno que no tenía orgullo”, se lamenta Hynde. Como la ciudad norteamericana, en Cochabamba hemos perdido el paisaje que hacía exclamar en quechua al poeta Saturnino Olañeta a fines del S XIX: “Nuestra ciudad, Cochabamba,/Se aduerme al pie del Tunari./Toda colmada de flores,/Cuán bella es nuestra ciudad.No se conoce la pena,/Tan solo existe la hemosura/Y todos, sin que falte uno,/Viven alegres en ella”. Sean de derecha o izquierda, liberales o marxistas, nuestros gobernantes han sido seducidos por la ideología del progreso y “le meteremos nomás”.

Al biólogo Francisco Varela le preguntaron alguna vez si veía soluciones a la crisis actual, este respondió que los lunes, martes y miécoles era optimista para encontrar salidas, pero el resto de los días de la semana no las avizoraba y se hallaba pesimista. Hoy me encuentro en esos días oscuros. Lo siento.

jueves, 10 de mayo de 2018

Vergüenza

Salgo a la calle. Gente espera trufi al frente, dos de ellas, mujeres. Por vergüenza, no deaguo en el rincón que hay a la derecha. Pero veo otro lugar, practicable, a la izquierda: es el intersticio entre la casa esta donde está la sala de internet y la casa siguiente, de pared circular, espacio ocupado por una planta de flores de color rosado oscuro, flores cerradas. Mojo la planta, a cubierto de la curiosidad ajena. Es la calle Santa Cruz, ocho cuadras al norte de la avenida Blanco Galindo, en Quillacollo.

martes, 8 de mayo de 2018

Paseo, y noticias ciclistas

Con mi amigo el ciclista jovero fuimos ayer a villa Galindo, para ver una estatua blanca, donde aparecen dos personas, una de ellas viva y la otra también. Después fuimos a Calacala, a ver un árbol pequeño, especial, muy lindo. También fuimos a donde el maestro bicicletero de frente al estadio, quien ajustó un cono de mi eje trasero, y nos contó de los precios en subida de los otros, cercanos talleres de bicicletería. Y estuvimos en dos librerías de saldos, cerca de la plaza Quintanilla. Al final, ya de vuelta en la casa del jovero, cerca del parque de la Torre, el ciclista me contó de una marcha de ciclistas (unos setenta, la mayoría de los cuales montaban bicicletas normales, esto era lo especial) que vio en vivo hace un mes; y de una noticia, que también hace un mes vio en el televisor, donde los del grupo llamado Masa Crítica Cbba. protestaban contra el acoso motorista en la nueva ciclovía, a la altura de la costanera: los ciclistas, alrededor de diez de ellos, pasaban y repasaban una intersección; en las imágenes de televisión los motoristas no los respetaban, pero cuando percibieron las cámaras, algunos empezaron a respetarlos.