viernes, 23 de agosto de 2019

El sueño más malo

Como una noche hace dos años, soñé anoche que la bicicleta tenía las dos llantas pinchadas, algo que pasa muy raramente, que casi no pasa. Que las dos ruedas no se puedan usar antes de pasar largo rato componiéndolas. El sueño más malo. Angustia, impotencia, estupor ¿cómo pudo pasar esto? ¿cómo hago ahora para caminar, sin bici?

Viejo llorón

Fotos de estadounidenses negros muy jóvenes. El texto los refiere a sus parientes esclavos negros, hace más de cientocincuenta años. En las fotos, las negras con el pelo estirado para delatar menos su negrez, con el pelo teñido para disfrazarse (https://www.nytimes.com/interactive/2019/08/14/magazine/howard-university-law-school.html).

Fotos de incendios enormes, hoy, cerca del lugar donde nací, Charagua. El texto habla de la ampliación (duplicación) en curso de la frontera agrícola en este país. "Los empresarios cruceños están chochos con el presidente Morales", nos decía Marcos la vez pasada. Cientos de miles de hectáreas quemadas. El presidente Morales, para los empresarios cruceños (dependientes de los empresarios brasileños, dependientes del capital mundial), quema a Bolivia (https://www.paginasiete.bo/nacional/2019/8/19/evo-autorizo-quemas-desmontes-un-mes-antes-de-los-incendios-forestales-con-el-ds-3973-228013.html#!, https://www.eldeber.com.bo/bolivia/En-cinco-dias-de-fuego-Bolivia-perdio-mas-bosque-que-en-todo-un-ano-20190821-0021.html).

Un baldío muy cerca de la sala de máquinas conectadas a la red internet, donde, sentado mirando una pantalla y usando un teclado, escribo esto, un terreno aquí a dos cuadras, con su hierba casi seca del todo, muchos de cuyos tallos no sueltan bolsas de plástico, plástico descolorido, plástico que se degrada, que pasa al aire, a la tierra, al agua. La gente no suelta el uso de las bolsas plásticas. La gente no sueña con -- digo que la gente no vería ni en sueños -- una oportunidad para actuar autónoma, para decidir por sí, para pensar antes de hacer. La gente no piensa, no mira, no siente.

Un artículo sobre Atlanta en Estados Unidos, que muestra cómo esa ciudad fue hecha contra sus habitantes negros pobres; como en otras partes de ese país, hasta sus carreteras, su tráfico segregan o expulsan a negros, a pobres (https://www.nytimes.com/interactive/2019/08/14/magazine/traffic-atlanta-segregation.html).

La letra de la pieza muy muy oída sobre algún tipo de pecado, pieza de música a la que me refiere, no sé por qué, el sitio de internet donde escucho otra música, esta sí, que me gusta. La pieza, de la que oigo nada más que dos segundos, me repulsa. La letra me asusta. No pongo referencia, no hace falta, es prescindible.

La foto de gente, muchos miles de gentes, agarrándose las manos en la noche, en una manifestación por democracia en Hong Kong. Los edificios. La calle (el texto dice que los manifestantes dejaron pasar el tráfico en las esquinas). Los veo, los imagino o sueño tan separados entre sí, tan lejanos entre sí (https://www.theguardian.com/world/2019/aug/23/hong-kong-protesters-join-hands-in-30-mile-human-chain). Aquí en Cochabamba, veo chinos que parecen llegados hace no mucho. Los veo tan lejanos de nosotros los propios del valle.

Como a Salomón, muerto en 1985, se me salen las lágrimas, como mi abuelo, lloro. ¿ Por qué ? Yo me sé.

Árbol de flores rosadas

Hay un árbol que se llena de flores rosadas, o fucsias, o ese tipo de color. Solo flores, ni una sola hoja verde. ¿Le crecerán hojas más adelante? -- pero por ahora no. Está florecido en estos días.

Conozco uno que está en la esquina de la plaza San Sebastián, donde hay camas en exposición. Otro está a media cuadra de donde nos cruzamos una vez en la avenida Segunda. El tercero está ahí cerquita, en la plaza con juguetes para wawas sobre la calle Yuracaré, que una vez me pediste que mirara porque estabas considerando [...]

Esta mañana, porque estuve prestando atención a propósito, me di cuenta de que la parte central de la Beijín está llena de estos árboles. Es otro de los problemas de los putos autos : que uno tiene que estar cuidándose de que no nos pisen, y nos perdemos observar el resto de las cosas.

-- Lo vio y escribió el corresponsal Pescau. Le hizo algún cambio, este ciclista.

domingo, 18 de agosto de 2019

La destrucción motorista del valle de Cochabamba

Sube rápido un camión con acoplado largo, que, por como suena, debe de ir descargado. Debo parar para dejarlo pasar, porque el camino es estrecho. El tipo para, se inclina desde su cabina hacia mí y me pregunta dónde es la plaza. Antes de indicarle dónde es la plaza, le digo que el camino no da para un camión así tan ancho y tan largo. Asiente y me dice que va a la plaza para poder dar la vuelta y bajar. Un rato después y unas cuadras más abajo, me pasa el camión. Son muchos los excampesinos que tienen carros pequeños, carros medianos, carros grandes y los usan por los caminos del valle, destrozando lo que queda del valle de Cochabamba.

Como siento la cosa, ahora que vivo cuatro meses en Illataco, este lugar, y muchos otros del valle de Cochabamba, no están hechos para que sobre sus caminos vayan carros a motor, a ninguna velocidad. En Illataco, el polvo es muy delgado y -- por las narices, por la boca, por los poros -- se te entra al cuerpo, y de ahí ¿cómo saldrá?, ¿con el moco, junto con otras secreciones?

--- o ---

Vuelvo de orinar en el patio en medio de la noche. Entro al cuarto. Veo en la pared las luces del carro recolector de leche que llega al punto de acopio, a media cuadra de donde vivo. Es la una de la noche. A medida que el carro baja (la cuadra es muy inclinada) lentamente, disminuye la altura de la raya de luz en la pared, hasta desaparecer. Entonces vuelvo a mirar la reja que cubre la ventana, espío a la rata que quiere entrar a barrer con las migajas que debo haber dejado caer de mi cena. Cuando aparezca, la espantaré golpeando las palmas de mis manos. No viene la rata. El cisterna chupa la leche. Ya se irá. La otra noche, llegando a esta hora, me acerqué y le pregunté al chofer: me dijo que son once cisternas, de quince mil litros de capacidad, cada uno, que dan dos vueltas, cada uno, por los acopios del valle. Qué bien que la rata no viene hoy más. Me dormiré.

sábado, 17 de agosto de 2019

Un perro ch'api

Oí su grito y vi el golpe a su costado que le dio el motorista que lo mató. Era un perro ch'api, de hasta cuatro años de edad, blanco sucio, amarillento, pequeño, de unos 35 centímetros de altura en los hombros. Fue en el carril interno (el carril veloz) del kilómetro catorce y medio la avenida Blanco Galindo, de bajada del morro debajo del cual pasa el río Tacata, hoy a las cinco de la tarde. Fui y lo arrastré hasta la jardinera central de la avenida, donde lo dejé. Es la primera vez que veo una colisión grave, y fue un canicidio. No me fijé si era hembra o macho; el golpe le abrió el cuerpo, y sus vísceras se derramaron al suelo.

Mi segunda Urcupiña en Quillacollo

Es la segunda Urcupiña que paso en Quillacollo. De la Urcupiña del año pasado, no recuerdo por dónde evité el embotellamiento vehicular, la congestión peatonal, la feria comercial de la Blanco Galindo. Este año, al bajar hoy a la ciudad, me entrampé en la avenida, tardando media hora en recorrer las cinco o seis cuadras de feria. Me dolió ver la ínfima calidad de las cosas que se vendían, cosas plásticas, cosas basura. Al volver, hace un rato a casa, me asombró las enormes cantidades de plástico que los muchos empleados de la alcaldía recogían en triciclos a piernas y en triciclos a motor. Le pregunté a un empleado que barría y que parecía jefe, que me dijo que eran más de cien los que a esta hora, cerca de media noche, trabajaban para limpiar a Quillacollo de la basura dejada por los festejantes. La gente comerciante que hace una semana vi armar sus carpas sobre la jardinera central de la avenida, las desarmaba hoy para irse con sus bártulos a otra parte. Supongo que tendrán lugar donde vender sus mercancías; son gente que recorre los rincones comerciables del país.

Un día después. Aunque disminuye, la feria sigue en el paseo central de la avenida, en la plaza Bolívar y en la calle Beni, y sigue, abunda la basura plástica al pasar yo tarde en la noche.

viernes, 16 de agosto de 2019

Ese color rosado

Por qué ha de ser rosado el color de la carne chicle debajo de las plumas rotas de la paloma atropellada pegada al asfalto. Por qué no púrpura rojo sobrio oscuro sombrío fuerte rojo duro rojo sangre de paloma derramada por el la motorista atropelladora. Por qué no un color respetable un color que asuste un color que haga llorar un color que haga pensar que haga gritar que haga escapar que haga actuar. Por qué rosado el color de la carne de ave muerta por el odio motorista abstracto la carne que despegas del pavimento.

Rosado, porque la sangre fue drenada, porque el cuerpo fue herido y sus venas reventaron y la sangre se derramó y salió del cuerpo y el cuerpo quedó seco, sin sangre, por eso.

Rosado el color, cuando el cuerpo matado es reciente, porque cuando tiene unas horas de pisado y repisado por los motoristas, todo, plumas carne huesos piel queda manchado de negro, las gomas de los carros todo lo tiñen de negro.

Rosado el color, algún color, cualquier color en que fijarse, cuando el cuerpo pisado en carretera o en calle es reciente, porque cuando es viejo y el sol le dio muchos días, ¿qué importa el color el descolorido color de ese algo gris charque seco que alzas del suelo para dejarlo? Dejarlo fuera del alcance de nuevas, siempre más, a cada rato otras ruedas motoristas -- eso gris que alzas y dejas en algún lugar a cubierto de nuevos destrozos, dejas gris debajo de un terrón, debajo de una piedra a propósito.

La enfermedad de la ciudad

La pasajera de adelante tiene algo más de sesenta años y parece la abuela, la mujer que maneja pasa apenas de los cuarenta y es la madre, la niña cuya cabeza asoma por la ventana abierta atrás tiene entre tres y cuatro. Son morenas las tres. Se las ve tranquilas. La vagoneta negra suena mucho, su ruido molesta, como su (no exagerada) cercanía amenaza en la calle de noche. En la esquina, con semáforo en rojo, me acerco a ellas y les digo que son la enfermedad de la ciudad. No sé si me entienden. No son muchas las veces en que digo cosas como esta a los motoristas; es cuando no puedo evitarlo que me acerco a ellos y les digo lo que se me sale, habitualmente con pena, sin provocarlos.

martes, 13 de agosto de 2019

El camión de la basura en Illataco

Sube a toda mecha el camión recogedor de basura de llegada a Illataco a las seis y cuarto de la mañana. Yo que salgo a esa hora, trago todo el polvo que levanta del camino de tierra. Toca el camionero basurero una bocina que debe despertar a más de algunos. Su velocidad es un peligro en el estrecho camino de llegada a la plaza de Illataco. Y la basura que recoge seguramente será reveladora del cada vez mayor consumo chatarra de los vallunos.

domingo, 11 de agosto de 2019

La luna y unas fábricas en Quillacollo

La luna amarillenta, grande, descendente, que hace poco era traslucida por el follaje de un molle, es ahora tapada por la mole de la fábrica cuya chimenea echa al aire de la noche un humo de color gris claro. La luna está de la mitad de su tamaño lleno. La fábrica es de azulejos y mosaicos; dentro de sus galpones de techos combados, de calamina brillosa, han de trabajar obreros que se desvelan en esta noche. El año pasado, una mujer del barrio (entre el kilómetro 11 y el 11 y 1/2 de la avenida Víctor Ustáriz) me contó de la queja-protesta de los vecinos contra otra fábrica, de muebles hechos con algún sustituto de la madera, que echaba polvo tóxico, espeso, al aire del lugar; lo hacía de día; la queja logró que ahora lo hagan de noche. Ambas fábricas, la de pisos y la de muebles, dan al lado sur de la avenida; al lado norte hay una fábrica de cosas metálicas, donde también se trabaja de noche, emitiendo el lugar, además de los ruidos del trabajo, música. Muchos de los obreros bolivianos prefieren trabajar con música convencional, a todo volumen.

(Me acuerdo de la tapa del disco de Pink Floyd, Ánimals, una foto trucada con chimeneas anchas y un chancho volando.)

viernes, 9 de agosto de 2019

Molle que enlenta el tráfico, y, en otra parte, aprendizaje del miedo

En la calle o avenida 23 marzo, que nace al sur de la avenida D'Orbigni, a pocas cuadras de esta disyunción, plantado en medio de la calle, hay un molle de hasta sesenta años de edad, grande, coposo (y no tiene jamillu), fuerte, un árbol como para ir a mirarlo cuando se necesite ánimo. No pude evitar decirle a la vecina, que me pareció ser la dueña de la tienda de barrio que está ahí, que tienen suerte los de su barrio de tener un árbol como ese, y que deben agradecerle el que morigera el tráfico. "Hasta demasiado", me dijo. Me arrepentí de haberle señalado a superficie lo que talvez para ella sea una latencia. Esto en la zona (cuyo nombre desconozco) al oeste de villa Galindo y al sur de villa Granado. Ahora, una escena reciente del centro de la ciudad :

"¡Corran por sus vidas!", les dice la niña a su papá y mamá al iniciar el cruce de la lenta pero no calmada calle Lanza en el mercado Calatayud. Lo dice medio en serio, medio en broma -- el tono es de teatro. Pero la niña -- de unos cinco años de edad, es de las menudas, una peque -- muestra estar aprendiendo la pedagogía del miedo. Sus padres, de hasta treinta años de edad, fuerzan una sonrisa. Yo que cruzo la calle al lado de esa familia siento con angustia la mezcla de lo que salta a la vista en la escena con lo que la escena oculta (la escena tapa la desaparición en la vida diaria de la opción de una paz urbana).

Sobre el aprendizaje precoz del miedo, https://ciclistasdevalle.blogspot.com/2007/05/educacin-vial.html y http://cuadernociclista.blogspot.com/2017/07/pedagogia-del-miedo.html.

Dos meses después. pasé de nuevo a ver el molle grande de la calle ..., barrio ..., zona ... Hablé con la mujer que atendía una librería, que dijo querer al molle en media calle. Cuando le pregunté si había gente que se quejaba de él, dijo que hay gente que se queja de cualquier cosa. Sí.

jueves, 8 de agosto de 2019

Árboles recientes

Una t'ipa en la placita que está al lado del templo del Carmen, en Capacachi. Sus cinco o seis ramas principales, cada una de entre 40 centímetros y medio metro de diámetro a la altura de mi cabeza, corren unos trechos casi horizontales para luego torcer transversales en ángulos estrechos; sus ramas quieren abrazarse entre sí, se enredarían, si pudieran, se anudarían si, un poco más, hubieran seguido su tendencia.

Un soto o arrayán grande y viejo en la plaza principal de Colcapirwa (escribo esto ahora cerca de esa plaza). Debe haber sido en la vez número diez o veinte que estuve un rato corto en esa plaza, caminando -- haciendo un minuto de respiración antes de usar computadora en red para escribir, entre otras, cosas como esta -- que me di cuenta cuál clase de árbol era y su tamaño. En otro lugar, en la plazuela Quintanilla, en la ciudad, hay varios sotos. Y también hay sotos en ...

Quince molles en Coñacoña, en la calle A.S.Muñoz, que parte de la avenida D'Orbigni al norte, a una cuadra al oeste de la avenida Juan Pablo Segundo. Están plantados en la calzada, siete en la cuadra sur -- poco más allá de un grande edificio de apartamentos pequeños y baratos, recién terminado de construir y aun no habitado -- y ocho en la cuadra norte. Tienen de entre 35 y 40 años de edad; están sanos, están bien... están allí. Son para ir a verlos.

Unos seis molles que hace año y medio fueron salvajemente talados por la empresa de luz eléctrica; les quitaron todas las ramas del lado de ellos que daba a la pared, para dar paso a los cables, una cuadra abajo de la Universidad salesiana, a un kilómetro y medio al norte de Colcapirwa. Hace un año, quedaban 5 molles vivos. Ahora solo quedan 3 molles vivos. Foto de 8 mayo 2018 :



El sauce desmochado, al que le cortaron todas sus ramas y un trecho del tronco principal, al final del barrio Álamos, antier domingo 11 de agosto. Preguntado el porqué de la poda casi tala, el dueño del árbol me dijo que la hacía por la excesiva sombra que arrojaban esas ramas sobre su cultivo. Además, dijo, el árbol retoñará, y ahora su sombra será tolerante de lo que crece en los surcos. También me dijo que los molles, en su contorno, respetan a los cultivos, que a su sombra, crecen bien las cosas. Subido a una escalera apoyada al tronco del árbol, el dueño del pegujal hachaba el tronco a una altura de unos dos metros, y sufría el sol directo del mediodía.

miércoles, 7 de agosto de 2019

El Reducto

Bajo por el Reducto, de Cuatroesquinas a Colcapirwa, una o más noches por semana. El lado este de la avenida Reducto tiene muchos campos de cultivo, algunos de ellos, cultivados; son espacios, digamos así, abiertos, es decir, de noche, oscuros, y este vacío, esta no-urbanización es una presencia. Una presencia buena, la de parches, retazos del valle de Cochabamba.

martes, 6 de agosto de 2019

Pancho, la higuera muerta y los motores restaurados

En el patio de la casa de Pancho, lo reprendo una vez más, con fuerza pero con respeto, por haber bajado a la higuera que tantos higos dulces me regaló en los últimos dos años. Dice que los árboles, como otras cosas, tienen un tiempo de vida, que la higuera esa era vieja. Levanto un trozo del tronco principal y se lo muestro; sin palabras, le digo que la higuera estaba sana. (Qué lindo es el color de esa madera que se seca, blanco con un muy ligero matiz amarillo; y es madera dura y pesada.) Habla de renovación. Le digo que lo que hizo fue como si el Pancho viejo de hoy renegara del Pancho joven de ayer que seguro disfrutó de
ese árbol (que debe haber tenido más de treinta años, quizá más de cuarenta). Ahora le sale el motivo verdadero : dice que sacó el árbol de su patio porque era sucio, en tiempo de frutecer, ensuciaba el suelo. Sí, esa higuera era prolífica, y eso la condenó. En este tiempo del cemento en Cochabamba y en las casas cochabambinas, los árboles, para ser respetados, deben precisar poco cuidado y ajustarse a, entre otros caprichos, el extremismo de la "limpieza". Vuelve Pancho a hablar de que cuando las cosas no sirven, hay que deshacerse de ellas. (No me sale decirle que un árbol no es una cosa cualquiera sino un ser vivo.) Pone el ejemplo de una bicicleta que él tiene, con un desperfecto inhabilitante. Hago que me muestre esa bici, lo que aparta la conversación del tema de la higuera; al final, regateamos el precio de la bici...

Pancho tiene más de sesenta años y está en buena forma. Dice que la bicicleta es de lo mejor que hay en la vida. Maneja bici seguido. Da gusto verlo en chor (pantalón corto) y polera al final de la tarde en pleno invierno.

También es mecánico de motores. Hace unos meses, el amplio umbral de su casa estaba ocupado por hasta ocho motores de carros, que extrajo de carros chocados importados, esos pedazos serruchados de carros que ahora llegan acá -- cuya visión es inquietante, por decir lo menos, y puede ser angustiante : esos carros fueron chocados, derrepente alguien murió en alguno de ellos, y luego una enorme sierra les quitó la porción desechable, dejando la porción reciclable. Cuánta violencia, antes, durante, después. Pancho ya puso a punto esos motores y recuperó su inversión.

¿ Un motorista no es otra cosa que un engranaje ?

¿ Hasta qué punto un motorista, cualquier motorista, viéndolo como parte del conjunto del tráfico es nada más que un engranaje ? Entiendo engranaje como parte subordinada de tal manera que, para la parte directora del conjunto, es decir, para el cerebro del conjunto, es sustituible en todo momento, y su individualidad es derivada, asignada por ese cerebro, es decir, su individualidad es inexistente. A diferencia de un siervo, de un esclavo, que son humanos, un hombre-engranaje dejó de serlo. Me presto la idea de engranaje de Ernesto Sabato (ver https://cuadernociclista.blogspot.com/2019/07/el-vertigo-por-ernesto-sabato.html).

automatismos de los motoristas

su asombrosa uniformidad, que sale de su estrechísimo catálogo de modelos sociales a imitar

su estrechísimo apego a las jerarquías : como mucha otra gente suyugada, atiende religiosamente a la emisión (emisión abstracta y emisión concretamente dirigida) de los patrones y sus capataces, mientras que neglige, descarta los pedidos de atención personal de los iguales. Ni qué hablar de su descarte, invisibilización de los que consideran sus inferiores en las jerarquías sociales.

lunes, 5 de agosto de 2019

Hábil

Usando destornillador y alicate, ajusté hoy en la mañana, antes de salir de casa, los frenos de mi bicicleta. Los frenos tienen, cada uno de ellos, tres puntos de ajuste, con los que hay que jugar, conforme se van gastando los tacos de goma dura -- apretando los cuales contra los aros, se hace la detención del ciclo. Hacer este ajuste, una vez por semana o cuando se necesita, me levanta el ánimo, me hace sentir hábil.

domingo, 4 de agosto de 2019

Con el mecánico Víctor

"No vas a venir donde este tu amigo ni de visita", me dijo ayer Víctor, el maestro mecánico de bicicletas, al acabar de golpear con un martillo macizo los pasadores de los brazos de los pedales de mi bi (que yo le sostenía apoyada sobre la prensa). Cuando estos pasadores se aflojan en su alojamiento, el pedal se hunde un notch, y uno se siente inseguro. En los últimos meses, este problema me llevó adonde Víctor más veces de las que hubiera querido. Ayer él alharaqueó que su arreglo duraría nosecuántos años. Le dije que me bastaba una garantía de 3 meses. Rebajó su duración a un mes.