viernes, 16 de agosto de 2019

La enfermedad de la ciudad

La pasajera de adelante tiene algo más de sesenta años y parece la abuela, la mujer que maneja pasa apenas de los cuarenta y es la madre, la niña cuya cabeza asoma por la ventana abierta atrás tiene entre tres y cuatro. Son morenas las tres. Se las ve tranquilas. La vagoneta negra suena mucho, su ruido molesta, como su (no exagerada) cercanía amenaza en la calle de noche. En la esquina, con semáforo en rojo, me acerco a ellas y les digo que son la enfermedad de la ciudad. No sé si me entienden. No son muchas las veces en que digo cosas como esta a los motoristas; es cuando no puedo evitarlo que me acerco a ellos y les digo lo que se me sale, habitualmente con pena, sin provocarlos.

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