lunes, 31 de enero de 2022

Bloqueo del tráfico urbano

Llego hasta donde ellas dos, lento; ellas vacilan el paso en la esquina, siguen a jalones, y al fin se paran ante mí que también paro. Una le dice a la otra: no hay auto, pero la bici... Se ríen.

Hoy los antivacunas y sus contrarios pararon, bloquearon parte del movimiento en la ciudad.

domingo, 30 de enero de 2022

Mi bicicleta no me habría traído hoy hasta aquí...

... si, saliendo de casa, A. no me hubiera señalado el chinchón de la llanta delantera, que hubiera reventado ya, dejándome a pie, y lejos de taller de bicicletería

... si R. y R. no me hubieran prestado llaves para desarmar la rueda

... si yo no hubiera tenido cubierta de repuesto, gastada pero todavía usable, que puse a la bici con un suple de goma en toda su redondez.

viernes, 28 de enero de 2022

Me ayudan

Alumbra con su linterna-computadora-teléfono el lugar donde mis manos parchan una pinchadura, y el faro delantero de su bicicleta eléctrica apunta al mismo lugar. ¡Paré debajo de la luz amarillenta pero bastante de una farola pública! en una calle lateral a la avenida BG, por Colcapirhua. Su hija ciclista de nueve años que está un poco atrás es corta de palabras pero no tímida.

Madre ciclista e hija tal me acompañaron hasta que, guardada la cámara neumática entre aro y cubierta, la inflé, contando con la sensibilidad atenta de dos dedos de una mano de la señora, que abrazaban la cubierta para decirme si ya el inflado era suficiente.

Hubo la oferta de ayuda de un otro ciclista que, siendo agradecida, sobraba (así como sobreabundan Dios y su gracia en todo lugar).

Ella me contó del taxista desconocido que, tardando más de una hora, la ayudó a desenredar de su eje central un cable que ahí ch'ipado impedía moverse a su bici, "la bici normal", le dice a su hija, refiriéndose a su bicicleta no eléctrica.

jueves, 27 de enero de 2022

La mezcladora de hormigón

Las cadenas que retumban al mezclar cemento, arena, ripio y agua la mezcladora eléctrica son vestigios sólidos de las docenas y más docenas de generaciones de esclavos constructores cautivados por esclavos soldados en guerras inicuas. Construyen a ritmo fuerte en el recién vendido lote de al lado. Piedra, madera, vidrio troceados, combinados en las partes de una casa fashion, para una familia dueña de capital, adinerada: es entropía fuerte, anuncio del fin de mundos sociales, culturales, físicos, naturales.

martes, 25 de enero de 2022

Un ábol caído que se renueva, y una librería que persiste

Los vecinos de cerca del puente Cobija, dentro de la ciudad, perdieron hace un año el gran molle inclinado al que llamaban Vicente, cuya base, humedecida, no soportó el peso de su cuerpo. Los vecinos hicieron que el tronco echado del árbol caído quedara en la placita, y de él salen retoños... muchos retoños. Es razón de alegría.

También me alegra que siga abierta y vendiendo, en la calle Colombia, en el barrio San Pedro, la librería Encanta libros. A ella entré dos o tres veces, y a su dueño no le compré nada, pues mi bolsillo no concuerda con sus precios -- que son los esperables en un negocio de material importado. En este tiempo de silencio de la razón ahogada en ruido que desacompasa a uniformes esperpentos virtuales, una tienda de libros seguramente ayuda a mostrar diferencias y posibilidades.

A varios frecuentadores de librerías nos disminuyó el cierre, en la calle España - pasaje Obispo del Granado, de La llama que escupe, negocio que durante unos diez años vendió, junto con carpas y bicicletas, libros usados a precios módicos y con una atención cortés. Esa tienda parece haber sido victimada por el virus mundial con su encierro seguido de depresión económica, que también sacaron de actividad al librovejero Juan Édwin, de la calle Antezana, cerca del mercado Calatayud.

lunes, 17 de enero de 2022

Ante el río Huaiculi

Allá al frente, el suelo sombreado por un molle tiene bosta de las vacas que estuvieron antes. Aquí, sentados en el suelo bajo los molles, alzando a cada rato ramitas que troceamos, conversamos antes de despedirnos. Los silencios, que los hay, los llena el sonido del agua del río Huaiculi que, corriendo cerca nuestro por su lecho bastante hundido, es contraste de la charla que amaina, sobre robots, computadoras, empresas, estados. Suena también, no suficientemente lejos, una máquina cortahierba. Llevadas por pastoras, unas ovejas -- sobre cuyo color de lana mi amigo y yo no concordamos -- pasan el puente rojo hacia Quillacollo. Crece el silencio, suena el río, levantamos nuestras bicicletas, nos decimos chau, y cada uno se va por su lado.