Un ábol caído que se renueva, y una librería que persiste
Los vecinos de cerca del puente Cobija, dentro de la ciudad, perdieron hace un año el gran molle inclinado al que llamaban Vicente, cuya base, humedecida, no soportó el peso de su cuerpo. Los vecinos hicieron que el tronco echado del árbol caído quedara en la placita, y de él salen retoños... muchos retoños. Es razón de alegría.
También me alegra que siga abierta y vendiendo, en la calle Colombia, en el barrio San Pedro, la librería Encanta libros. A ella entré dos o tres veces, y a su dueño no le compré nada, pues mi bolsillo no concuerda con sus precios -- que son los esperables en un negocio de material importado. En este tiempo de silencio de la razón ahogada en ruido que desacompasa a uniformes esperpentos virtuales, una tienda de libros seguramente ayuda a mostrar diferencias y posibilidades.
A varios frecuentadores de librerías nos disminuyó el cierre, en la calle España - pasaje Obispo del Granado, de La llama que escupe, negocio que durante unos diez años vendió, junto con carpas y bicicletas, libros usados a precios módicos y con una atención cortés. Esa tienda parece haber sido victimada por el virus mundial con su encierro seguido de depresión económica, que también sacaron de actividad al librovejero Juan Édwin, de la calle Antezana, cerca del mercado Calatayud.
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