Un vecino comerciante bullicioso
Después de visitarlo muchas veces donde vive le digo por primera vez si la música que viene a volumen alto de la casa vecina suena todos los días. Sí. Comienza a las diez y para a las dos. Se quejó ya al dueño de la concurrida pensión, pero sin resultado. Son varios años así, aguantando lo inaguantable. Volverá a quejarse, dice, y si no hay efecto, buscará otro camino para hacer bajar ese volumen. Ensayo decirle algo que elaboro en estos días: buscar que la música invasiva le guste, al menos un poco, al menos un rato; o sea, tentar rendirse, hacer de tripas corazón. No empieza aun a captar lo que trato de decirle -- esta impotencia --, y abandono. Recuerdo mis muy pasadas varias pequeñas luchas semipúblicas contra altavoces a volúmenes agresivos, con diferentes resultados. Hago memoria, veo que nunca tuve vecinos diariamente bulliciosos, y se lo agradezco a Dios.
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