En una placita de un camino viejo
Oigo su voz, lejos, débil, por el teléfono. La ahoga el todo el ruido de los camiones y autos en la carretera; salgo de ella, voy a una avenida casi vacía a esta hora, antes del amanecer, pero el ruido del viento que hace mi ir en bicicleta sigue venciendo al volumen de su voz en el teléfono; paro y entro a una placita en el camino viejo entre Quillacollo y Cochabamba. Ahora sí lo oigo, y conversamos. La suya es una voz escasa, y querida. Nos despedimos.
Alzo del suelo gramado -- algo que hago muy poco -- una bolsa de plástico que llevó leche saborizada, para botarla junto a otra basura. Para acercarme al plástico, caminé debajo de un árbol y desperté a un pájaro que aleteó y se fue volando. ¿O es que ya era su hora de despertar?
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