Me ayudan
Alumbra con su linterna-computadora-teléfono el lugar donde mis manos parchan una pinchadura, y el faro delantero de su bicicleta eléctrica apunta al mismo lugar. ¡Paré debajo de la luz amarillenta pero bastante de una farola pública! en una calle lateral a la avenida BG, por Colcapirhua. Su hija ciclista de nueve años que está un poco atrás es corta de palabras pero no tímida.
Madre ciclista e hija tal me acompañaron hasta que, guardada la cámara neumática entre aro y cubierta, la inflé, contando con la sensibilidad atenta de dos dedos de una mano de la señora, que abrazaban la cubierta para decirme si ya el inflado era suficiente.
Hubo la oferta de ayuda de un otro ciclista que, siendo agradecida, sobraba (así como sobreabundan Dios y su gracia en todo lugar).
Ella me contó del taxista desconocido que, tardando más de una hora, la ayudó a desenredar de su eje central un cable que ahí ch'ipado impedía moverse a su bici, "la bici normal", le dice a su hija, refiriéndose a su bicicleta no eléctrica.
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