jueves, 26 de noviembre de 2015

En el paseo de hoy

Primera vez que hago pis sin bajar de la bi. Mojo el tronco de un toborochi. Nada más un poco, pues el pis de un ciclista acaba pronto. Y la última gota, la gota suelta cae al pedal... La próxima, bajo, apoyo la máquina, me alejo de ella, y lo hago suelto, yo frente al árbol, de espaldas a la máquina.

domingo, 22 de noviembre de 2015

En el año dos mil cuatro

Unos pájaros, los mirlos, que en alguna ciudad de Canadá atacaron a la gente, lo que nunca antes, desde que, hace unas décadas, se trasladaron a vivir en las ciudades humanas, habían hecho. ¿Por qué?

Unos hombres, trabajadores de una granja de pollos para venta de carne de pollo, en algún lugar del sur de Estados Unidos, descubiertos, filmados golpeando a los animales contra las paredes de los galpones, ¿por puro gusto?

El dueño de un supermercado en llamas que decide cerrar las puertas, las rejas de su propiedad, para impedir que la gente escape, porque ve que pueden irse sin pagar por las cosas que cogieron. Algunos muertos. Asunción, Paraguay.

Cosas ocurridas en el año dos mil cuatro.

Un año después, en Valparaíso o Viña de Mar, Chile, dos muchachos drogados que deciden aprovechar la facultad que les da el ir en carro para golpear, herir a la gente de a pie, y lo hacen, con varias bajas.

Registro esto que mi memoria guardaba desde hace diez años.

sábado, 21 de noviembre de 2015

La máquina que rompe paredes

Anoche a las nueve y media, volviendo a casa, en la San Martín, pasando la Bolívar hacia el norte, una máquina amarilla golpeaba la pared de barro de una casa, tirándola hacia adentro. Polvo delgado salía por debajo de la puerta cortina metálica y subía por el aire. Pasé ahí, ante el monstruo rompeparedes, un cuarto de hora, fumando un pucho.

Las máquinas que he decidido no usar : amoladora (le tengo miedo), diversos tipos de sierras de carpintero (igual), apisonadoras neumáticas (no soporto su golpeteo). No pongo la motosierra, quiero usarla unas cuantas veces, ver cómo funciona, cómo se siente. También usaría alguna vez esas cosechadoras de pasto o cortadoras de pasto que usan como cuchilla una cinta plástica flexible, para conocerlas. No usaría taladro-perforadora mecánica. Me parecen monstruos, máquinas malas.

Espero que la demolición vista no sea para ensanchar el lote de la esquina, donde ya construyen un edificio. Cómo crecen los edificios en la ciudad de Cochabamba. Cuánta sangre (albañiles heridos, y hasta albañiles muertos), cuánto sudor. Cuán completa inconciencia : ellos construyen para otros (yo construyo para otros) y no dan el necesario paso siguiente, el paso inverso, destruir lo construido, pues está mal, sirve para el crecimiento de la maldad social. Qué definitivo cierre, coagulación, petrificación social : ahí siguen las casas grandes, enormes, de nosecuántos pisos, llenas de gente que nada más busca acabar de olvidar del todo lo que son lo que fueron lo que podrían ser, gente que nada quiere más que seguir viviendo en medio, perdidos en la pesadilla que apenas aguantan. Y no los tumbamos, por toda la ciudad siguen los edificios inicuos.

Los albañiles con su música a todo volumen, desaprendiendo el quechua, bajando la cabeza ante el contratista; a la hora de almuerzo, hurgando sus teléfonos. Orgullosos de su sometimiento. Cuántas veces lo fui.

De vuelta a la máquina vista anoche. Se planta con patas traseras que son ruedas, se fija, agarra del suelo con gruesas patas delanteras de metal articulado. Avanza el brazo mecánico. Se acomoda, ajusta el punto de impacto. Golpea suave con su cuchara dentada, empuja el barro seco de la pared de adobe. Una parte de esta cae hacia adentro, eran cuatro a seis adobes que son ahora cascajo y polvo. Retrae su brazo la máquina (un grueso cable negro cuelga del codo del brazo, debajo del brillante cilindro articulado), lo estira de nuevo (elonga el cable), apoya su cuchara dentada en el letrero que dice "El palacio del api", descuelga tres de sus cuatro soportes. Pasa al letrero contiguo, que anuncia algo relacionado con teléfonos móviles, hace lo mismo...

Dos días después, domingo. Avanza la demolición a izquierda, hacia la esquina, y a derecha, hacia la mitad de la cuadra. ¿Será un edificio grande? Ay. La máquina amarilla, instalada en medio del que pronto será baldío, sus luces, cuatro luces frontales, maniobrando : empuja trozos medianos de adobes, de cemento con ladrillo, los empuja hacia arriba, formando un montón, despejando el terreno, seguramente para moverse más suelta.

Cuatro días después, miércoles. Hablé ayer con uno de los obreros, que me dice que la destrucción que hacen a media cuadra no tiene que ver con la hecha en el lote de la esquina. Habrá que ver.

Más sobre máquinas a no usar. ¿Qué digo de esta máquina, la computadora conectada a internet? Internet son enormes fábricas de almacenaje de memoria, refrigeradas con agua, energizadas con electricidad destructora del agua, del ambiente, del aire. Sigo dependiente de esto. ¿Cuándo, cómo librarme de esto?

Tres meses después. Construyen en los dos lotes, sin pausa, dos edificios separados.

martes, 17 de noviembre de 2015

Sigue sonando el carro

Para el carro. Abre su puerta y se baja el tipo, cierra su puerta. ¡Pero el carro ese sigue sonando! Adentro tiene un ventilador que sigue dando vueltas, hace ruido. Es difícil de soportar; hace unos años que los carros vienen así, con ruidos post-apagarse. Además de los ruidos, insoportables, que hacen las alarmas de los carros, tantas veces activadas sin motivo alguno. (Recuerdo de hace años, una alarma que, cada vez que llamaba a la tipa del carro se activaba, y con esa música de fondo, conversábamos.)

Una cita sobre autos, que leí hace trece años, una de las primeras cosas que vi en internet, me acuerdo, decía, más o menos : "Si los carros no tuvieran ruedas de goma para andar, ¿imaginas el horrible screech?" Juro que, leyendo eso, imaginé el chirrido ese, y se me erizaron los pelos, y se me acercaron las nauseas.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Más

¿Escribo más sobre el cielo, su color, los cerros, sus colores, la tarde y el aire y cómo los veo? (Anteayer viernes, la luna, una uña de luna creciente, a las siete de la tarde...)

Tengo madrugadas en las puntas de los dedos, tengo tardes para contar. Pero ahora quiero cerrar esta pantalla. Escribiré como siempre en el cuaderno que tiene hojas de papel, lo haré con un lapicero y, si me acuerdo, copiaré aquí.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Anochece

¿Quién fue que dijo que prefería ser barro a pretender igualar a Dios? (Simone Weil: "Sería mejor ser el barro que obedece a Dios, y no alguien que podría ser como Dios", en Lee Hoinacki, "Why Philia?", 2004, página 12, https://www.pudel.samerski.de/pdf/Hoinacki_Clar04_Philia_philia_en.pdf.) ¿Quién dijo que le gustaría ser un charco que refleje la luz del sol? (No recuerdo.) Agustín y Lutero dijeron que sin el regalo de esta vida que Jesús nos hizo en la cruz, estar vivos sería polvo. (Citados por Iván Illich en "Brave new biocracy: health care from womb to tomb", New Perspectives Quarterly, invierno de 1994, volúmen 11, número 1, http://brandon.multics.org/library/Ivan%20Illich/against_life.html.)

Al venir en bicicleta para acá, pero ya antes, una hora antes, caminando por la calle : el atardecer. No hay palabras para eso que la ciudad, con sus bultos, moles, luces estúpidas, movimiento sin sentido, no puede esconder, eso que apenas trata de deslucir sin lograrlo : el color del cielo : hay (había, pero aquí, dentro de mí, sigue habiendo, ahora) unas nubes plomas oscuras arriba, que tapan todo el lado poniente; debajo de ellas, el color es una mezcla de plomo brillante con celeste deslucido. Es el color de la tristeza. Es bello. Me digo ¿qué soy yo frente a esto? Pero es que no hay modo de que esté, de que me ponga frente a esto. Estoy dentro de ello, separado, propio, gozando del mundo, porque uno, Jesús, en su momento, murió por mí y por todos. ¿Qué soy dentro de esto? Soy el que, ahora, aquí, mira, y el que dice, a ustedes les dice, esto. Escuchen ustedes. Y miren ustedes. (Y lean.)

Para Weil, "lo bello es la prueba experimental de que la encarnación es posible". (https://en.wikipedia.org/wiki/Simone_Weil#Beauty.)

sábado, 7 de noviembre de 2015

Visión

Van a ser las cinco de la tarde. Salgo de la sala de computadoras. Estiro las piernas. La cordillera, al frente, alumbrada por el sol. Detalles de los cerros. Arriba, nubes. A la izquierda, el Tunari, en sombras. Al costado y arriba del cerro grande, más nubes. El color del aire es amarillo, yendo a anaranjado. Quiero fumar. Vuelvo a la pantalla, seguiré "descargando" libros, seguirá lenta la máquina.