sábado, 30 de abril de 2022

De hoy

el evangelio de hoy es el de Juan, capítulo 6, versos 16-21

Al oscurecer, los discípulos de Jesús bajaron al mar, embarcaron y empezaron la travesía hacia Cafarnaún. Era ya noche cerrada, y todavía Jesús no los había alcanzado; soplaba un viento fuerte, y el lago se iba encrespando. Habían remado unos veinticinco o treinta estadios, cuando vieron a Jesús que se acercaba a la barca, caminando sobre el mar, y se asustaron. Pero él les dijo:

--Soy yo, no temáis.

Querían recogerlo a bordo, pero la barca tocó tierra en seguida, en el sitio adonde iban.

miércoles, 13 de abril de 2022

Luz amarilla que no alumbra bien

Hace algo más de quince años empezaron a poner luminarias en las vías que dan una luz amarillenta que a los ojos de ciclistas difuminan los contornos, quitan relieve a los bordes de un hueco, borrando los perfiles de las piedras. Perjudica al caminar de noche de los ciclistas (y de los peatones). Supongo que a los motoristas, que suman a esa luz la de sus faros, no les afecta, o más bien, puedo suponer que esa luz está diseñada para eso: ser un componente (brumoso) de la ayuda visual nocturna de los motoristas, y el otro componente (penetrante) es la luz de sus faros. Está en la mayor parte de las calles (y hay plazas y parques alumbrados así, lo que casi que impide leer cosas impresas en papel, como libros, pero no las pantallas luminosas de los teléfonos móviles), pero hay lugares donde, por contraste, también desde hace unos quince años, empezaron a poner luminarias de luz muy blanca, diseñada, supongo, para visibilizar a los aproximantes a los ojos de vigilantes humanos y mecánicos. Ay, la propiedad privada (además de insensata) tan impropia por dañina.

domingo, 10 de abril de 2022

El sol en la piel de una palta

Encima de ricas, pero tan ricas que uno empieza a compararlas (con la yema líquida de un huevo pasado caliente con una pizca de sal sobre un arroz graneado humeante, blanco, en el que destacan unas arvejas turgentes, retazos traslúcidos de cebolla y unos cubos de zanahoria, nada más un bocado de esa yema para la lengua...; no con el rancio, sino con el... digamos, el deje reminiscente a comienzo de fermentación de un queso guardado unos días, pero no en heladera, que no perdió su suero, y cuyo color blanco crema lo llama a uno para acompañar a pan moreno reseco, casi galleta, en el que se mastica la cáscara del trigo..., y así)... las paltas de acá son lindas. A una, la última que alcé hace un rato, le brilló el sol sobre la piel: su color entre verde y café me entregó entera la luz de la estrella a la que Dios nos dio. ¿Y si las necesitan los quitagoyes? Habrá que dejarles algunas. Ya en el suelo, se las pierden los pájaros. Las terneras se quedarán sin paltas, no importa. ¿Las comerán los perros paseanderos? Por acabarse las manzanas, sólo unas pocas, gordas, amarillas, duras, dulces, al alcance de las manos, desde allá arriba empiezan a caer las paltas, a las que hallo algo más grandes que en los años pasados. Gracias a doña Isabel y don Alfredo.

Silpancho en la Merced, Chimba

Rico como pocos el silpancho, todo calientito, el apanado bien, la papa frita plana con los bordes crocantes, el arroz suelto, harta ensalada, y la doña que me dio un locoto verde fresco entero, me trató de "papito"..., su marido joven y panzón, la niña no coqueta, sino niña, curiosa, social, inquisitiva, y el local pequeñito: dos mesitas en la acera y dos adentro; como para volver ahí; nada más tendré que pedirles que bajen el volumen de su tele.