Música-ruido que ensucia el aire de Illataco
¿Qué pensarán los dirigentes vecinales de Illataco que hace cuarto de hora ensucian el aire, más que el aire, el clima, el ambiente de Illataco con música a volumen? El volumen no es mortal, pero no es querido y no es necesario. La música es boliviana occidental, de la que a mí me gusta, de las pocas en que soporto la boliviana repetición línea por línea de la letra. Pero así, al aire de todos, intrusa, esta música está de más, estorba, y lo que es bueno se banaliza y se devalúa.
En cuántos lugares del mundo la gente tendrá que aguantar este peso, música o ruido público por decisión privada (la decisión pública no aligeraría en nada a un ruido público). Música-bulla usada para atraer a la gente al punto de venta de algo, de cualquier cosa, en los mercados, en las calles. Venta agresiva en los mercados, con mujeres jóvenes (y pobres) contratadas para, hablando repeticiones, atraer a los que pasan. Bulla móvil emitida por ruidosos autos y camionetas que venden desde agua hasta sal, o que compran chatarra, desde el encierro por enfermedad mundial de hace tres años y medio. Altavoces que radian celebraciones religiosas que mejor se quedarían en privado. Parlantes de fiestas familiares o comerciales que publicitan la borrachera, el desenfreno.
Aquí en Illataco, el ruido-música era de los domingos en la mañana, pasada la misa, hasta comenzada la tarde, y de las mañanas de martes y viernes, días de feria en la plaza del pueblo. Pero desde ayer viernes en la tarde que se prolonga sin medida. El ruido sale de un altavoz elevado en un tanque de agua a un costado del templo. Ahora la música es de esa desenfadada y torpe, extranjera, con que la gente acostumbra beber y bailar en las fiestas. Estoy a unas tres cuadras de la fuente del daño, y la feúra me llega apenas amortiguada. Cómo será estar ahí cerca, como lo están los choferes de los trufis detenidos en su parada o los vecinos de la plaza, presos, torturados. Pero son bolivianos... toleran cualquier cosa, se someten a todo. Además, a algunos de ellos no les faltará su propia fuente ruidosa de daño personal, su teléfono celular emisor de bulla pequeña en competencia con la bulla grande.
La música, como la palabra, nace en el silencio, nace de él y está hecha de silencio, se compone de él. Luego de ser breves puntos incandescentes en medio del mar silente, la música y el sentido hablado vuelven al silencio, se disuelven en él, para, en el momento debido, una vez más ser sentido y belleza, para decir, para sacarnos humanamente de hoy repetido y acompañar nuestro caminar a lo nuevo de mañana. La música y la palabra necesitan del silencio, un silencio grande y respetuoso. El ruido es enemigo de la música y de la palabra, las mata. Y en medio del desastre del ruido continuo y tolerado, no hay nada que nos devuelva la materia con que hacer de nuevo, hoy, música, palabra, sentido. Pérdida absoluta, irrecuperable. El ruido no deja tras de sí más que muerte y olvido. En el ruido no hay personas, no hay un pensar, en el ruido muere lo humano.
1 comentarios:
Tenia que expresarse esta cruda y triste realidad, y haber si dan atención a este excelente párrafo y hacen algo por ello.
Felicitaciones a quien lo publicó.
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