Los hombres que descargaron el maíz
No me quieren decir cuánto cobraron por descargar el maíz amarillo los hombres que, acabada su tarea, caminan sudados desde el camión ahora vacío hasta otro camión, éste con acoplado. Me sonríe uno, me dice cualquier cosa rápida, que no entiendo, otro, un otro se desentiende de mí, y hay dos que ni me miran. Así ahora, sueltos, descansando, caminan de bajada, y vistos desde atrás, ninguno me parece más alto que yo. Dos de ellos me lo parecieron antes, cuando, por turnos, subidos a la carrocería, llenaban con manos y brazos las bolsas de yute que -- ochenta, cien kilos -- iban llevando paradas al hombro; parada la bolsa porque iba con su boca abierta. Una pantorrilla (t'usu) gruesa y la otra, gorda, al dar un hombre cargado de un peso mayor que el suyo propio, el descalzo paso de subida, los dos pasos descalzados para subir al nivel del suelo del depósito donde, también con la boca abierta puesta arriba, acomoda el hombre su bolsa, que esperará la hora de desembuchar su maíz amarillo al tragadero del molino.
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