miércoles, 6 de enero de 2016

De la tercera semana de diciembre pasado y de hoidía

Sobre acera y calzada, un molle grande derribado por motorsierra, el tocón con las raíces ya extraído por máquina excavadora. El tronco, ahora trozado, medía alrededor de un metro en su diámetro máximo, más de 90 centímetros en su diámetro mínimo. La sección del tronco muestra una mancha de color más claro que el color vino clarete-amarillo champagne de la madera normal, mancha que podría ser síntoma de resecamiento. Pero claramente el árbol habría vivido, sin mayor problema, unos años, muchos años más...

Las ramas, las hojas del molle... esparcidas por la calzada. El color fuerte, oscuro de la madera del molle. La marca de savia que corre a dos centímetros del perímetro del borde del tronco.

Qué hacer. Nadie está conmigo, no estoy con nadie para esta defensa. Hace años que me deshice de mis "contactos" con gente institucionalizada, gente de las ONG, la mayoría de los/las cuales hoy ni me saludan en la calle.

Me acerco a un hombre de más de sesenta años, parado en la esquina, a una cuadra del árbol derribado, alguien que parece vecino. Le pregunto cosas, a todas las cuales responde con que no sabe. No quiere saber, temo.

Calle Washington, una cuadra al sur de la avenida Juan de la Rosa, un día de la tercera semana de diciembre de 2015, a primera hora de la tarde. (Añado en mayo 2016. No queda huella de la extracción del árbol, retiraron el tacón o tocón, repusieron tierra en el hueco, aplanaron el suelo, pronto crecerá grama allí.)

¿Qué debo hacer? Comenzar registrando estos hechos.

Hoy miércoles 6 de enero a las siete y cuarto de la mañana vi una poda salvaje, hecha por gente de la empresa COSELEC, a un árbol llamado, creo, casuarina, en la calle General Achá entre calles Falsuri y Tarapacá, para que las ramas del árbol dejaran de entorpecer o amenazar o de estar cerca de -- vaya uno a saber por qué -- los cables eléctricos. Los podadores (dos hombres con overol) no parecen haber usado motosierra, sino sierras manuales. Las ramas cargadas ya a la carrocería de la camioneta (por los otros dos trabajadores) tapaban el lugar del parachoques donde iría la placa del bastante envejecido vehículo (de unas 2 toneladas de capacidad, marca Chevrolet), que, adelante, sorpresa, no llevaba placa; sí tenía el logo de la empresa, con su dirección en la avenida M. Pérez de O. Ningún vecino en la escena de la poda.

Añado apunte. Lunes 11 de enero, a las 2 p.m., camión cargado de ramas de molle, sin placa vigente visible, placa (antigua) 017FUU, el letrero "Transporte" refiere al teléfono 71755777, barrio Coñacoña, en la primera cuadra de calle lateral hacia el Oeste, desde la avenida Segunda, a una cuadra al Norte de la av. Blanco G. No vi cerca tronco talado.

martes, 5 de enero de 2016

Girard

Leo a René Girard, muerto a los noventaiuno, en noviembre pasado. Debo copiar :

... un Dios de las víctimas no puede imponer su voluntad a los hombres sin dejar de ser él mismo. Tendría que recurrir a una violencia más violenta que la de los impíos. Se convertiría así en el dios de los perseguidores... Si es un Dios de las víctimas, no podemos contar con él para que haga reinar entre nosotros una situación tal que los hombres se pongan de acuerdo en considerarla justa, pues el acuerdo de los hombres se fundaría entonces en malas razones. Incluso pacífico... su acuerdo estaría entremezclado de mimetismo. Incluso justo... su justicia estaría entremezclada de venganza...

Si el Dios de las víctimas interfiere a favor de estas en el mundo de los hombres, no puede tener "éxito". Solo puede sucederle lo que le sucedió a Jesús, lo que le ha sucedido ya a Job y a todos los profetas. ... [Jesús] es inocente ... pero al revelar como revela el sistema del mundo, amenaza sus cimientos... El hecho de que se encuentre en la posición de víctima única se debe a una lógica rigurosa. Para comprender esta lógica, hay también que pensar en las implicaciones de la unanimidad violenta cuando esta unanimidad se produce. En ese momento fundamental para la cultura humana, solo hay ya perseguidores y, frente a ellos, una víctima. No hay ninguna posición intermedia, no hay escapatoria. ¿Dónde estará el Dios de las víctimas, si en ese momento se encuentra entre los hombres? Evidentemente, no estará al lado de los perseguidores; es preciso, pues, que sea la víctima. Más que infligir violencia, el Paráclito preferirá sufrirla.

Cristo es el Dios de las víctimas en primer lugar porque comparte su destino hasta el fin. ... Si la lógica de este Dios no tiene nada en común con la del dios perseguidor, con el mimetismo mistificador [el que, según Girard, funda a las sociedades humanas sobre el crimen : todos unidos contra la víctima inocente, todos asesinos], el único modo de intervención posible en el mundo es el que los evangelios muestran. ... Este Dios no puede "prestar ayuda" de la manera que los hombres consideren divina. Cuando los hombres creen rendirle homenaje, sin saberlo, casi siempre honran al dios de los perseguidores. Este Dios no reina sobre el mundo. No es su nombre ni a él mismo lo que los hombres santifican. No cumplen su voluntad. ¿Acaso exagero la impotencia de este Dios? No hago más que repetir casi textualmente las palabras de Jesús a su Padre:

Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.


Esta plegaria no tendría sentido si la voluntad divina ... pudiera romper el obstáculo que le opone la voluntad de los hombres. Estas palabras son plegarias. Dios no reina pero reinará. Reina ya para quienes le han recibido. A través de quienes lo imitan e imitan al Padre, el Reino está ya entre nosotros. Es una semilla que viene de Jesús y que el mundo no puede expulsar aunque se esfuerce en hacerlo.

En el capítulo 21, último de La ruta antigua de los hombres perversos, Barcelona, 1989.

domingo, 3 de enero de 2016

Los primeros días del año

Desperté para descubrir que la delantera estaba baja. Como algún aire le quedaba, yo flojo, como tenía que ir cerca nomás, usé el ciclo así, con una llanta flaca, no gorda a reventar como debe ser. Pero pronto, saliendo de aquel primer destino del año, parché, y, como siempre, me gustó hacerlo, me relajó, me reanimó. Era uno de los casi treinta remiendos de la cámara que, incitado por la inmisericorde inflación del día anterior, dejaba salir, puesto bajo el agua de mi portátil contenedor, unas burbujas. A esa curación la pisé con otro parche en el lado de la fuga. Al día siguiente rehice el arreglo, lijando con calma toda la superficie y tapando completamente el parche ingrato con otro parche, de material delgado. Es rico parchar. Hasta sería bicicletero yo (pero es tanto lo que me falta aprender).