martes, 5 de enero de 2016

Girard

Leo a René Girard, muerto a los noventaiuno, en noviembre pasado. Debo copiar :

... un Dios de las víctimas no puede imponer su voluntad a los hombres sin dejar de ser él mismo. Tendría que recurrir a una violencia más violenta que la de los impíos. Se convertiría así en el dios de los perseguidores... Si es un Dios de las víctimas, no podemos contar con él para que haga reinar entre nosotros una situación tal que los hombres se pongan de acuerdo en considerarla justa, pues el acuerdo de los hombres se fundaría entonces en malas razones. Incluso pacífico... su acuerdo estaría entremezclado de mimetismo. Incluso justo... su justicia estaría entremezclada de venganza...

Si el Dios de las víctimas interfiere a favor de estas en el mundo de los hombres, no puede tener "éxito". Solo puede sucederle lo que le sucedió a Jesús, lo que le ha sucedido ya a Job y a todos los profetas. ... [Jesús] es inocente ... pero al revelar como revela el sistema del mundo, amenaza sus cimientos... El hecho de que se encuentre en la posición de víctima única se debe a una lógica rigurosa. Para comprender esta lógica, hay también que pensar en las implicaciones de la unanimidad violenta cuando esta unanimidad se produce. En ese momento fundamental para la cultura humana, solo hay ya perseguidores y, frente a ellos, una víctima. No hay ninguna posición intermedia, no hay escapatoria. ¿Dónde estará el Dios de las víctimas, si en ese momento se encuentra entre los hombres? Evidentemente, no estará al lado de los perseguidores; es preciso, pues, que sea la víctima. Más que infligir violencia, el Paráclito preferirá sufrirla.

Cristo es el Dios de las víctimas en primer lugar porque comparte su destino hasta el fin. ... Si la lógica de este Dios no tiene nada en común con la del dios perseguidor, con el mimetismo mistificador [el que, según Girard, funda a las sociedades humanas sobre el crimen : todos unidos contra la víctima inocente, todos asesinos], el único modo de intervención posible en el mundo es el que los evangelios muestran. ... Este Dios no puede "prestar ayuda" de la manera que los hombres consideren divina. Cuando los hombres creen rendirle homenaje, sin saberlo, casi siempre honran al dios de los perseguidores. Este Dios no reina sobre el mundo. No es su nombre ni a él mismo lo que los hombres santifican. No cumplen su voluntad. ¿Acaso exagero la impotencia de este Dios? No hago más que repetir casi textualmente las palabras de Jesús a su Padre:

Santificado sea tu nombre.
Venga a nosotros tu reino,
hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.


Esta plegaria no tendría sentido si la voluntad divina ... pudiera romper el obstáculo que le opone la voluntad de los hombres. Estas palabras son plegarias. Dios no reina pero reinará. Reina ya para quienes le han recibido. A través de quienes lo imitan e imitan al Padre, el Reino está ya entre nosotros. Es una semilla que viene de Jesús y que el mundo no puede expulsar aunque se esfuerce en hacerlo.

En el capítulo 21, último de La ruta antigua de los hombres perversos, Barcelona, 1989.

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