Tu chamarra negra
La chamarra que me regalaste, hijo, la negra, ordinariinga, me gusta. Tanto, que hoy, al ver que no la llevaba sobre la parrilla, donde la había puesto, rehice el camino. Estaba en la América, por cruzar la Libertador; bajé contraflecha por la Tarija, crucé el puente de Calacala, llegué al centro. Desde allí, fui mirando el suelo en busca de la prenda. Pero a las pocas cuadras, recordé que en la Recoleta, a la entrada al bulevar, viendo unas minifaldas, deliberadamente me la había sacado. Entonces, la cosa era buscar solo desde allá. Oquendo, plaza Quintanilla, puente de la Recoleta, Pando, América... y hallé la cosa a unas seis cuadras antes del lugar donde, en la primera vuelta, me di cuenta de haberla perdido. Me encanta la bicicleta, Tito. Recién ahora, luego de estas líneas, empiezo a dejar de sudar, y el sudor viejo se está ya secando sobre la piel. El ciclo está sin freno trasero (ayer se rompió el arquito del freno, luego de soportar mucho traqueteo por la rueda trasera que baila por haber sido colisionada por tres perros en fuga, hace una semana) y el freno delantero apenas agarra. Así que es rico, hay que ir con cuidado, debo mirar desde más lejos qué pasa adelante, prever lo que irá a pasar. Desenfrenado, lo rico es tratar de ir a la misma velocidad que con frenos.
A ratos es una irresponsabilidad. Vas llegando a la esquina de una avenida rápida, falta media cuadra, el semáforo allá en verde, no hay muchos carros a tu izquierda, aceleras, queriendo que te alcance el tiempo para pasar en verde, pero ¿y si la luz cambia digamos diez metros antes de la esquina? Solo tienes el freno delantero y este apenas... ¿Qué harías? Si estuviera bien, usarlo, a esta velocidad, te catapultaría sobre el manubrio. A no ser que, al frenar, echaras el tronco hacia atrás. Qué rico debe de ser eso. Pero no, casi que no tienes frenos. Vamos. Cruzaste la avenida a la velocidad de los carros. Ah.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio