viernes, 30 de marzo de 2018

Unos ciclistas

Sentada al lado de la vendedora de coca hasta tarde en la noche, al verme bajar de la bici, le dice a la cocani que ella supo ser así también, ciclista como yo.

¿Por qué no maneja más?, le pregunto.

En Quillacollo es peligroso ahora, hay muchos autos, y no respetan, responde.

Es gordita, tiene unos cincuenta años, simpática. Y ustedes la reconocerían si leyeran este cuaderno y se dieran una vuelta por el punto de Quillacollo donde se vende hoja de coca hasta medianoche.

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Alto él, delgado y de melena larga y suelta, parado en la calzada; flaca ella, con una cartera de diseño indígena en la espalda, y también de pelo largo y tendido; tienen la bicicleta al medio, y se besan, cerca del punte Wayna Kápac, una noche hace pocos días.

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Va por las aceras, baja a la calzada, raspa el bordillo, vuelve a subir a la acera, media cuadra, una cuadra delante de mí en la avenida Víctor Ustáriz. Luego acelera y se pierde adelante, por el kilómetro cuatro. En el kilómetro ocho se me acerca desde atrás. Debe de haberse quedado quieto por algún motivo. Ahora yo me apuro. Él se me acerca. Quiero hacer una alharacada para él: espero, o sea, me sitúo en media vía, yendo despacio, a un camión tráiler que viene atrás, pero el carro no se apura, así que no me sale la cosa. El ciclista se pone a la par conmigo y, sacándose los auriculares, me dice: "La bici le hace tener resistencia ¿no?" Evado el cumplido y armo con él una conversación sobre lo lindo que es pedalear. Duramos juntos hasta el kilómetro once en que él se aparta hacia el norte.

martes, 27 de marzo de 2018

La bicicleta

Es demasiada buena la bicicleta. Es rica. No me veo a mí sin ella. Correr es rico, ir lento es riquísimo. Mirar y sentir al mundo es necesario. ¡Mirar a la gente! Qué linda es la gente. Tu gente, Señor. Gracias.

Parchar un pinchazo me da vigor. Que me llueva yendo en bici es bueno El sol sobre ella, con el viento, se aguanta, pero si hay árboles sombra, mejor. Ir solo es habitual, ir acompañado hombro a hombro es bueno, llevar pasajero pasajera fue mejor.

Perdona, Señor, a los hombres y mujeres que hacen, que venden y compran carros, y a los que manejan carros, por manejarlos, perdónalos, es que no saben lo que hacen.

Te alabo, Señor, por la bicicleta. Ten cerca de ti, si te place, a los que la imaginaron y la hicieron. (Repito lo oído hace muchos años, almorzando en Caracota donde doña Pancha, de boca de su marido.)

viernes, 23 de marzo de 2018

Tres segundos

Dos motos me alumbran. Es la esquina. Llego a la esquina para usar el último número verde del conteo regresivo del semáforo. Las motos quietas aceleran. El ruido de sus motores me molesta. Sus luces me intimidan. Detrás de ellas, tres carros lado a lado, también rugen sus motores.

Entro yo a la avenida. Pasan las motos poco después, a mi lado, y la sensación de peligro desaparece: no las tengo ya al frente, sino a un costado, y yéndose. Pasan también los carros. Todo, mi agitación y mi calmarme, en tres segundos.

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El mismo día, en otro lugar. Es un barrio residencial en Quillacollo, una calle de tráfico rápido. Esperan carros en la esquina que cambie el color rojo para ellos del semáforo; uno de ellos hace sonar su motor, presionando el pedal del acelerador. Semáforo verde para mí, ciclista. Paso. A mi lado, sereno, muy lento, en control de la situación, pasa caminando un niño de hasta ocho años. Me asombro y me reconforta.

jueves, 22 de marzo de 2018

Cambio en el tráfico de carros a motor que afecta a los ciclistas diarios en Cochabamba

En el valle en urbanización de Cochabamba, en los últimos cinco o pocos más años, hay muchas más calles y avenidas pavimentadas y asfaltadas, y por ellas van muchos más carros; y los motoristas disminuyeron la distancia mínima de seguridad que guardan entre ellos; este cambio aumenta el riesgo de peatones y ciclistas.

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Repito aumentando

En el valle en urbanización de Cochabamba, en los últimos cinco o pocos más años :

-- Acelera la motorización + vialización. Hay muchas más calles y avenidas pavimentadas y asfaltadas, y por ellas van muchos más carros. Hay calles del todo copadas por los motoristas, donde, sin exagerar, los ciclistas no podemos pasar en algunos momentos, las columnas de carros lado a lado no dejan ni el medio metro o tres cuartos de metro que necesitamos, por ejemplo, la Ladislao Cabrera entre avenidas Oquendo y San Martín, a eso de las 6 de la tarde, o las cuadras de la calle 25 de mayo anteriores a San Antonio.

-- Los motoristas disminuyeron la distancia mínima de seguridad que guardan entre ellos. Hoy hay más vías con números grandes de carros a motor durante tiempos mayores, en las que los motoristas van rápido y se acercan entre sí (y se acercan a nosotros peatones y ciclistas) más que antes, es decir, se atreven más, confían más en su atención-habilidad y en sus frenos; el tráfico en las avenidas empieza a parecerse al de las avenidas en Santa Cruz, con vías semicongestionadas de carros veloces. Hay que sentir la semillenura de carros veloces en la calle Ladislao Cabrera entre las avenidas Oquendo y Ayacucho, de 7 a 7 y media de la mañana, a la misma hora en la avenida Ayacucho entre la Terminal de buses y el Correo; hay que sufrirla en la avenida Blanco Galindo a eso de las 7 menos cuarto de la mañana; estos son lugares y momentos más peligrosos para nosotros, que podrían desanimar a ciclistas viejos y experimentados. Uno de los modos en que ocurre esta disminución de la distancia mínima de seguridad de los motoristas entre sí y entre motoristas y transeúntes sucede como un juego de pretensiones de paso, en el que los distintos actores pueden o no ensayar, dadas ciertas condiciones -- sobre todo de comparación unos con otros -- y con mayor atrevimiento que antes, su pretensión de prioridad de paso. (Me salió generalizada la formulación; hay que poner ejemplo.)

-- Más que antes, los motoristas no esperan ver ciclistas en la calle, cerca de ellos; esto, sumado a una menor distancia mínima de seguridad entre ellos y nosotros, provoca una efectiva invisibilidad ciclista (sino un real desdén, negligencia de los motoristas hacia los ciclistas), que en ciertos momentos y lugares es peligrosa para nosotros.

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Dos yapas

Los motoristas se copian unos de otros, hacen seguidismo; y esta mímesis implica también reforzamiento mutuo de conductas y actitudes de acoso, amenaza a otros motoristas y a los transeúntes peatones y ciclistas. Esto puede verse, en ciertos momentos, a tono con lo que pasa en otros ámbitos sociales, como un festejo de la peligrosidad: el más dañino es el mono mayor. Voy a abundar sobre estos festejos motoristas en otra entrada sobre los lugares intensos de la motorización como cultura y sus estilos. . . (jóvenes en autos deportivos, tuning, estíquers, los escapes libres de los motoqueros, automatismos veloces de motoristas en barrios residenciales, la carrera Dákar, etc., etc.)

Una práctica riesgosa y, supongo yo, productora de colisiones, el adelantamiento por la derecha en las avenidas, se convirtió en habitual, hasta esperable; muchos carros más lentos van por la izquierda, y los que los adelantan por la derecha, ni se molestan en tocarles bocina. Así, los motoristas barren, por momentos y lugares, el ancho entero de las vías, haciendo difícil el uso ciclista y peatón de ellas.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Es mejor en bicicleta

En la carretera, me pasa un bus de transporte de pasajeros a larga distancia. Visto desde afuera es parecido al bus que hoy mismo usé para volver (sentado adentro de él, dormido gran parte del tiempo) de Santa Cruz. Siento alivio de no estar ahí adentro. Pienso que es mejor estar sobre la bicicleta, afuera, al aire, pedaleando.

jueves, 15 de marzo de 2018

Mojado

Tengo el pantalón mojado y las piernas frías, también está húmedo el frente de mi camisa, y me saqué la chamarra, a la que le cuesta mojarse, y los zapatos que chorreaban, para ponerme chinelas, que llevaba en la bolsa trasera de la bicicleta. Me agarró una lluvia entre el quilómetro diez y este lugar donde está esta sala de internet, que es el quilómetro catorce. Raro: por trechos llovía muy espaciado, gotas gruesas pero esparcidas, pero en otros trechos los hilos de agua se apretaban... y mojaban.

En febrero de este año llovió tres semanas seguidas; entonces, volviendo a mi habitación en la noche me mojé unas cuatro veces. Dos noches manejé la bici por charcos continuos de dos y hasta cuatro cuadras, con el agua que llegaba hasta el eje delantero, en uno de los charcos. Esa vez, por el lugar inundado, no había carros. Lento. Bien. Saliendo yo del agua, en una esquina, once de la noche, tres muchachos, como de quince años, en bemequis, ilusionados por entrar a ella. Rico. Les dije, jugando, que mejor no lo hicieran. ¿Hasta dónde llega el agua?, preguntaron. Hasta aquí, les dije, tocando el punto. Sus caras, ansiosas.

A la noche siguiente, sin lluvia, y sin agua, veo la línea que elegí para andar, a la izquierda de la vía : llena de pozos, algunos, hondos. Algunos de ellos debieron cavarse en el asfalto esa misma noche, pero otros deben de haber estado ya cuando yo pasé por allí. Me libré.

Los motoristas en noche lluviosa : detestables, como que en noche seca, como de día, como siempre.

martes, 13 de marzo de 2018

Aquí me planto

El todoterreno adelanta a uno, ocupando casi todo el carril que yo trajino, a un metro de distancia del borde irregular, dentado de esta faja de asfalto que rodea a la laguna Alalay. Fin de la tarde, casi noche, de las últimas del verano. Sus faros me barren, me fijan o pretenden fijarme. ¿Treinta mil, cuarenta mil dólares? Cuando estemos lado a lado, estará regresando ya a su carril, y habrá un metro o poco más entre sus ochenta kilómetros por hora y mis veinte kilómetros por hora. Hay peligro, pero está bajo control.

Pero ¿y si...? El cretino este, ¿qué tanta necesidad tiene de sobrepasar ahora mismo, acaso no ve que yo estoy aquí, por qué no me respeta, no podía esperar unos metros? Y yo ¿qué hago que sigo recto, cómo es que no me aparto, no me tiro a la derecha, fuera del asfalto, por qué no acato su privilegio, no le doy todo el campo que su atrevimiento exige, no me quito a mí el campo que mi derecho a usar la vía pide? No, yo no me salgo de la huella, aquí me planto, y naides me arranca del pago que piso. Además, no va a pasar nada.

Agito una mano, le digo que se ponga en su lugar, que se apegue a su derecha, le enseño, en efecto, que no debió hacer la maniobra hasta que yo hubiera pasado, que debió haber esperado, que tenía que respetar al ciclista.

Cuando nos separan pocos metros, percibo, siento más que ver que, en vez de ir entrando de regreso a su carril, ya despejado, se queda al centro del asfalto, o sea que la distancia al encontrarnos será de un metro o algo menos. Si exagero, digo que insinúa hacerse unos centímetros más a su izquierda, que se me acerca, que muestra el valor cero que da a mi vida: amenaza con atropellarme, con una mínima tensión de la mano en el volante sugiere que, ya nomás, podría matarme, dispuesto a convertir su carro lanzado en arma de matar.

Yo sigo sobre la huella: no pasa nada.

Marzo de 2005.

lunes, 12 de marzo de 2018

Ley contra los y las ciclistas

http://www.lostiempos.com/actualidad/cochabamba/20180312/reglamento-ley-bici-fija-sanciones

Reglamento de ley de bici fija sanciones

Cochabamba

Sabrina Lanza

Publicado el 12/03/2018

((Pie de foto:)) Un ciclista transita por una vía para vehículos en el municipio. | Carlos López

El reglamento de la Ley de la Bicicleta, aprobado el pasado 28 de enero de 2018, determinó tres tipos de infracciones: leves, graves y gravísimas. Además, se estableció sanciones.

El primer grupo de infracciones leves son aquellas que no afectan a peatones ni a ciclistas. Entre ellas se destacan el uso de audífonos, llevar acompañantes sin medidas de seguridad y no anunciar el cambio de dirección. El ciclista que cometa una de estas infracciones tendrá como sanción la asistencia obligatoria a un curso de capacitación acerca de la Ley de la Bicicleta y su reglamento.

En el segundo grupo se encuentran las infracciones graves. Estas son aquellas que pueden generar algún tipo de accidente de tránsito, como ser: uso de celular mientras se conduce, manejar bicicleta en estado de ebriedad, no contar con equipos de iluminación, transitar por aceras y vías para uso de peatones, estacionar la bicicleta en lugares que obstaculice la circulación y realizar acrobacias. El ciclista que cometa una infracción grave tendrá que asistir a un curso de capacitación sobre la Ley de la Bicicleta y colaborar en campañas de socialización de esta normativa.

Por último, en el tercer grupo, de infracciones gravísimas, están la realización de competencias públicas sin autorización del municipio, circulación en vías públicas interiores y sostenerse de vehículos mientras se maneja bicicleta. La sanción por este tipo de falta será la retención de la bicicleta y su traslado a un garaje de resguardo, además del pago de 200 bolivianos, en caso de reincidencia será de 400.

El secretario de Desarrollo Sustentable, Eduardo Galindo, manifestó que el reglamento fue planificado y creado de acuerdo a las necesidades de los ciclistas. Asimismo, aclaró que resta hacer la socialización de la norma para su cumplimiento.

El reglamento estableció que el ciclista tendrá prioridad sobre todo motorizado. Por ello, tiene derecho a su circulación preferencial respecto a los automotores y como obligación deberán usar solo un carril ya estipulado.

INSTITUCIONES DEBEN CONTAR CON PARQUEOS

El reglamento de la Ley de la Bicicleta en su artículo 18 determina que las instituciones públicas y privadas deberán implementar estacionamiento para al menos el 15% de su personal.

Para cumplir con esto contarán con dos años de plazo desde la promulgación del reglamento.

jueves, 1 de marzo de 2018

El perro negro en la noche de la calle Santa Cruz

En la la calle Santa Cruz, cuadra número seis (subiendo al norte desde la avenida Blanco Galindo), a esta hora, diez de la noche, duerme un perro ch'api negro, chascoso, de tamaño mediano, al que no puedo calcular la edad, porque no le vi la cara. Siempre lo hallo acurrucado, aovillado en el lado este de la calle, a la vera de una casa que no tiene acera, o sea que el perro está echado sobre la calzada, muy cerca de la pared, lugar que igual sigue siendo peligroso para él, pues los carros pasan a su lado. Es más de un mes que lo veo casi cada noche. En esa parte de la cuadra, la calle se combea hacia adentro, es decir, deja al perro y su posición más expuestos a los carros.

Digo, siento: un perro y yo, la calle de noche y el perro dormido y yo en bicicleta... digo, siento, un perro, un ciclista, la calle, los motoristas, la noche, el peligro. Dormirte ante el peligro. Niego: dejar que otros te cuiden. Reniego: dejar de cuidarte tú mismo. No entregarte.

La calle Santa Cruz sube de Quillacollo a Marquina y Bellavista. Se parece a la avenida Reducto que sube de Colcapirwa a Tiquipaya; se parece a la entrada de Piñami al norte, que llega a Totorcawa, entre Tiquipaya y Apote; se parece a la calle Antofagasta, que sube de Quillacollo a Phaso; y también se parece a la entrada de Vinto al norte hacia Pairumani. La cinco son vías que sirven a la motorización suicida del valle de Cochabamba, la motorización hasta del último rincón del valle, de las faldas de los cerros de la cordillera del Tunari, estupidez coincidente o coadyuvante de la disolución en curso de lo cholo en este valle.

Un mes después. Hablé con la dueña del perro. Ella me dijo que el perro no quiere entrar a dormir en la casa. Ella me señaló el lugar donde duerme: al pie de la puerta de casa, pero su dedo mostraba un punto medio metro más cerca de donde efectivamente se acuesta él. A ella, de más de sesenta años, la vi llegar dos veces a la hora a que yo paso por allí, más tarde de las once de la noche. Guarda ella un carro de mano, pequeño, desde el que debe vender algo en el centro de la ciudad.

Ah, la cara del perro negro y cómo se mueve él me dicen que es de los que mejor no me les acerco; no me doy cuenta de su carácter, pero de entrada parece demasiado apocado. Tiene unos seis años. Y es un perro apagado, se diría, deprimido.

Julio. Le pusieron una colcha que, en el frío invierno, separa su vientre del suelo.

Noviembre. No está más el perro negro. Qué habrá pasado con él, qué será de él.

Enero 2019. Vi ahí en la calle un perro que podría ser él, pero no estoy seguro.

El ciclista (3)

Con la decisión del ciclista acalorado, entra en el local de internet (donde yo empezaré en unos minutos a usar una computadora para leer y para escribir), baja de su bici, la apoya en el mostrador, camina hasta el controlador del negocio, pregunta algo, recibe respuesta, vuelve a su bici, sube a ella todavía en la acera de tierra, antes de llegar a la calzada, y empieza a pedalear, todo en menos de un minuto, se va. Así somos los ciclistas.