jueves, 15 de marzo de 2018

Mojado

Tengo el pantalón mojado y las piernas frías, también está húmedo el frente de mi camisa, y me saqué la chamarra, a la que le cuesta mojarse, y los zapatos que chorreaban, para ponerme chinelas, que llevaba en la bolsa trasera de la bicicleta. Me agarró una lluvia entre el quilómetro diez y este lugar donde está esta sala de internet, que es el quilómetro catorce. Raro: por trechos llovía muy espaciado, gotas gruesas pero esparcidas, pero en otros trechos los hilos de agua se apretaban... y mojaban.

En febrero de este año llovió tres semanas seguidas; entonces, volviendo a mi habitación en la noche me mojé unas cuatro veces. Dos noches manejé la bici por charcos continuos de dos y hasta cuatro cuadras, con el agua que llegaba hasta el eje delantero, en uno de los charcos. Esa vez, por el lugar inundado, no había carros. Lento. Bien. Saliendo yo del agua, en una esquina, once de la noche, tres muchachos, como de quince años, en bemequis, ilusionados por entrar a ella. Rico. Les dije, jugando, que mejor no lo hicieran. ¿Hasta dónde llega el agua?, preguntaron. Hasta aquí, les dije, tocando el punto. Sus caras, ansiosas.

A la noche siguiente, sin lluvia, y sin agua, veo la línea que elegí para andar, a la izquierda de la vía : llena de pozos, algunos, hondos. Algunos de ellos debieron cavarse en el asfalto esa misma noche, pero otros deben de haber estado ya cuando yo pasé por allí. Me libré.

Los motoristas en noche lluviosa : detestables, como que en noche seca, como de día, como siempre.

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