El perro negro en la noche de la calle Santa Cruz
En la la calle Santa Cruz, cuadra número seis (subiendo al norte desde la avenida Blanco Galindo), a esta hora, diez de la noche, duerme un perro ch'api negro, chascoso, de tamaño mediano, al que no puedo calcular la edad, porque no le vi la cara. Siempre lo hallo acurrucado, aovillado en el lado este de la calle, a la vera de una casa que no tiene acera, o sea que el perro está echado sobre la calzada, muy cerca de la pared, lugar que igual sigue siendo peligroso para él, pues los carros pasan a su lado. Es más de un mes que lo veo casi cada noche. En esa parte de la cuadra, la calle se combea hacia adentro, es decir, deja al perro y su posición más expuestos a los carros.
Digo, siento: un perro y yo, la calle de noche y el perro dormido y yo en bicicleta... digo, siento, un perro, un ciclista, la calle, los motoristas, la noche, el peligro. Dormirte ante el peligro. Niego: dejar que otros te cuiden. Reniego: dejar de cuidarte tú mismo. No entregarte.
La calle Santa Cruz sube de Quillacollo a Marquina y Bellavista. Se parece a la avenida Reducto que sube de Colcapirwa a Tiquipaya; se parece a la entrada de Piñami al norte, que llega a Totorcawa, entre Tiquipaya y Apote; se parece a la calle Antofagasta, que sube de Quillacollo a Phaso; y también se parece a la entrada de Vinto al norte hacia Pairumani. La cinco son vías que sirven a la motorización suicida del valle de Cochabamba, la motorización hasta del último rincón del valle, de las faldas de los cerros de la cordillera del Tunari, estupidez coincidente o coadyuvante de la disolución en curso de lo cholo en este valle.
Un mes después. Hablé con la dueña del perro. Ella me dijo que el perro no quiere entrar a dormir en la casa. Ella me señaló el lugar donde duerme: al pie de la puerta de casa, pero su dedo mostraba un punto medio metro más cerca de donde efectivamente se acuesta él. A ella, de más de sesenta años, la vi llegar dos veces a la hora a que yo paso por allí, más tarde de las once de la noche. Guarda ella un carro de mano, pequeño, desde el que debe vender algo en el centro de la ciudad.
Ah, la cara del perro negro y cómo se mueve él me dicen que es de los que mejor no me les acerco; no me doy cuenta de su carácter, pero de entrada parece demasiado apocado. Tiene unos seis años. Y es un perro apagado, se diría, deprimido.
Julio. Le pusieron una colcha que, en el frío invierno, separa su vientre del suelo.
Noviembre. No está más el perro negro. Qué habrá pasado con él, qué será de él.
Enero 2019. Vi ahí en la calle un perro que podría ser él, pero no estoy seguro.
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