sábado, 10 de febrero de 2018

De ida y de vuelta por la senda ciclista y peatonal

Voy por la senda ciclista y peatonal en la parte de mi camino que es de tierra. En estas semanas de lluvia ocurre esto : llueve, se moja el piso, los charcos crecen y no secan al centro del camino, y los carros, habiendo ya cavado el medio, buscan los costados secos. La senda ciclista y peatonal va por un costado o por otro del camino. Los carros cavan nuestra senda, la desaparecen. Pero sigue lloviendo. Como el camino que uso, siendo traficado por carros y hasta camiones pesados, no es tan trillado, el agua del medio va llevando barro a los bordes, y así en ellos, con el paso de gente a pie y en bicis, se va formando otra senda ciclista y peatonal. Esta nueva senda puede tener piedra suelta encima, que en el curso de los días se va perdiendo. Es un ir y volver.

Con el peso ligero de nuestros pies o de las ruedas de nuestras máquinas de caminar, con nuestro ritmo medido, hombres y mujeres vamos haciendo una senda. Con el sobrepeso y la velocidad exagerada de sus máquinas los motoristas destruyen los caminos muy caros que el estado, el capital les hacen, caminos que destruyen a las comunidades humanas y a la naturaleza.

¿Cómo será un camino de tierra, ancho, por el que no pasen carros? Para comenzar, los cambios en la superficie serían leves y lentos. Y no sé más. Y no quiero soñar, ahora. Ayer echaron escombros, principalmente yeso en una cuadra de mi camino con superficie de tierra que es suave, rica. Lo hacen los vecinos motoristas de la zona, para prepararse un camino a su medida, duro, hostil para el ciclista y el peatón. Es común que, gastando fuerte, echen volquetadas de ripio grueso = piedra de tamaño medio, con lo que destruyen nuestros caminos. Después, viene el empedrado, matador de aros ciclistas. Meses o años después, pavimentan o asfaltan los caminos. Destrucción completa. Ay.

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Esto me pasó harán trece años. Publicaba una columna en un diario local, bajo el rótulo "Desde la bicla". Puse un día el tema de la senda ciclista y peatonal. Al otro día, comprando pan, el viejo que me lo vendía me habla de ella, de la senda ciclista y peatonal, con esa etiqueta, diciéndome que él la usaba, ensalzándola. ¿Había leído mi columna? No se lo pregunté. Pudo haberla leído. Pudo haber vivido y bautizado él mismo a la senda. Debe haber sido la mejor ocasión de ¿comentario? a mi publicación.

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Fines de marzo. Vaciaron camionadas de ripio en el tramo final del camino a mi habitación, lo que lo hace casi intransitable. Supongo que el motivo aducido por los ripiadores es que el volumen del tráfico de motores justifica su intervención; también es probable que en algunos casos se repartan el gasto entre ellos. Pero la razón ripiadora no mostrable en público debe ser que los motoristas buscan pasar de un umbral de velocidad al que no llegarían sin la superficie que crean con la piedra suelta.

Segunda semana de abril. En el tramo final del camino a donde vivo, hicieron rompemuelles de tierra y piedra, son cuatro, tres de ellos, bajos, y el último, más grande y alto.

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