Hace media hora
Poco antes de las nueve de la noche (ahora son las nueve y media), en la calle Suipacha entre General Achá y Heroínas, una VW Brasilia color blanco sucio, vieja (placa 509 DNA), me pasa muy cerca. Le grito que no lo haga. Lo adelanto. Ya en la avenida Heroínas, se me acerca desde atrás, demasiado, bocinea, se acerca más, como para tocarme, una mujer chilla en la acera, alarmada. Paro. También para el tipo, de unos cuarenta años, uno setenta de altura, ancho, moreno, de cara muy ancha, lampiño, me dice que desde antes yo estaba buscando "joder" = molestar con mi bicicleta. Le digo que es un cobarde, que su máquina pesa dos mil kilos, mientras que la mía apenas diecisiete. Retrocede, maniobra y pasa adelante, tocándome a mí, que me hago a un lado, y, ahora gritando, le repito que es un cobarde. Estaciona media cuadra adelante -- en esta acera de la empresa de electricidad, que tiene mucha iluminación fantasmagórica supuestamente navideña, que envolvieron a los troncos de los pequeños árboles sufridos. Levanto la bicicleta, que había dejado yo apoyada al suelo, y me acerco. Se baja y ayuda a subir al carro a, supongo, su esposa, una mujer gorda, morena, de algo menos de cuarenta años, cargada de paquetes, que le pide que no siga el lío, y su hija, una niña gorda de unos diez años. Le repito el argumento: es un cobarde, me tocó a propósito. Me encara: "¿Y qué?"
Es el típico argumento del cobarde: "Muéstrame una fuerza mayor que la situación de fuerza desde la que yo te perjudico, y dejaré de perjudicarte". Es la postura del que se apoya en el estatu quo. Es lo que a mucha gente, cobarde de entrada, les hace desear la compra de un carro, y les hace comprarlo: la ventaja que da para amenazar y abusar a los demás.
¡ Los que manejan carros, todos los que manejan carros, son cobardes !
Por lo demás, el argumento del tipo, de que yo buscaba "molestar con mi bicicleta" no es cierto: yo traté de ponerlo en su lugar, traté de que respete a un ciclista. Ahora, desde la perspectiva de quien se apoya en la disposición de recursos de ataque, de armas de daño, como son los automóviles, el que un otro les pida, en la situación de desventaja básica, casi uniforme, del tráfico, que alguien les pida respeto, pueda quizá interpretarse como entorpecer el curso habitual de las cosas, trancar el tráfico. Luego, el tipo pasó a un algo que me gritan en la calle desde hace unos quince años: ¡Viejo! (mi pelo, entonces existente en parte, ya era gris); y terminó con argumento habitual en mi caso: que "me vaya a mi país", cosa a la que rara vez replico. Soy boliviano: mi aspecto no es indígena, pero soy de acá, este es mi país.
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