martes, 19 de octubre de 2021

No hay en su lugar el ciruelo de la calle General Achá

Quitaron el ciruelo de la calle General Achá, a una cuadra del templo del Perpetuo Socorro. Comí de él, una vez. Cuando, el año pasado, luego del encierro por coronavirus, retiraron el cerco del pequeño terrado delantero de esa casa, temí que pasara lo que pasó. El año antepasado por carnaval, tiempo de ciruelas, llegando de noche allí, algo me impidió robarme al paso una fruta. Una imagen fotográfica del lugar vacío hoy mostraría nada; y como no sé dibujar, no ensayaré sobre papel un recuerdo visible de ese árbol. Pero de algún modo, sin esforzarme, puedo sentirme allí, como en un medio día cualquiera de hace unos años atrás, parado en la acera, junto a amigos de Casane, bajo la sombra del ciruelo, a la espera de...

lunes, 18 de octubre de 2021

Apropiaciones capitalistas

Los dueños del capital no pagan a sus trabajadores por el tiempo que pasan siendo llevados y traídos (algunos detrás de volantes) a los lugares donde aquellos capitalistas deciden que vayan, para hacer las cosas que ellos, los empresarios y sus capataces, deciden que hagan (y deberán hacerlas del modo prescrito por los jefes).

Los patrones de quienes planifican y de quienes hacen este ruido motor que (en un parque a un costado del camino viejo entre Cocha y Quilla, a 50 metros de un tráfico motor de caudal pasable) no me gusta, que preferiría no sufrir, mientras usando este telefonillo-computadorita enredada en internet, texteo con amigos y parientes... aquellos patrones y sus ingenieros se adueñan del espacio público, lo privatizan con el tráfico, su masa veloz y amenazante, con su ruido, suciedad, con el calor quemante que inyectan a la ciudad.

Este es el resto, la sobra del superficial, tangencial marxismo que un día tuve. ¿Sirve algo, no?

jueves, 14 de octubre de 2021

Del suelo al zapato

Sentí a uno o más granos de arena que entraban por el caño a mi zapato, alzados desde el suelo hasta lugar alto desde donde caer para incomodarme, por la trilla de caucho de la cubierta en la rueda delantera de mi bicicleta en movimiento, sin guardabarros.

Antes, y por días, venía preguntando: ¿cómo es que entra la tierra a mis zapatos? Si no caminé, todo lo hice en bici, de dónde aparece el polvo aquí adentro? Y aun si hubiera caminado, ¿cómo pudo tierra subir y entrar a mis mocasines? Deslizando un dedo de la mano por entre cada par de dedos de los pies descalzados, para sacar los sudorosos rollitos negros, trataba de entender, y no podía.

miércoles, 13 de octubre de 2021

El ciclista (13)

Es moreno el ciclista, de unos treinta años, media cabeza más bajo que yo y hasta el doble de fuerte. Agachado ante su bicicleta tamaño 29 pulgadas en el aro, hace el intento de apretar la tuerca que cierra la unión del pedal con el centro de su máquina; usa una llave de copa de medida inmediatamente mayor que la que necesita, así que sabe que no logrará llegar al ajuste necesario. Nos preguntamos él y yo dónde puede ir para prestarse la llave que precisa; hay una tornería donde talvez tengan esa llave, a unas quince cuadras al sur; no recuerda ninguno de los dos otro lugar. Tendrá que bajar hasta la carretera o avenida BG-Albina Patiño, a veinticinco cuadras, y teme soltará el pedal a medio camino.

Supongo que el uso de perno-tuerca que pide llave copa tiene, en el diseño, una buena intención técnica de eficiencia, o qué sé yo, pero como en algunos de los casos de buenas intenciones, el resultado, en determinadas situaciones, puede ser contraproducente. En este caso, el ciclista quillacolleño no tiene bicicleta útil hasta hallar una rara, escasa llave copa. Con los perno-tuerca de cabeza hexagonal que usan las llaves comunes, de uso extenso, podría hasta animarse a tocar la puerta del vecino más cercano, que talvez la tuviera y quizás se la prestara. Si la intención de los ingenieros diseñadores de su bici no fue convertir al ciclista en dependiente inútil, el resultado fue ese.

En un día de esta semana en Jayata, donde Ilataco que es de Quillacollo, linda con Ch'ulla que es de Vinto, el ciclista moreno sudaba al sol junto a su bi.

El ciclista (12)

Con su bici celeste aro 24 (de la que pronto lo desheredaría yo) el ciclista de diez años (mi hijo tocayo) fue propio en las calles soladas con piedra de una Tiquipaya entonces menos febril de lo que es hoy.

Con su bici aro 29, nueva y segura, suda hoy deportivo el ciclista por las de pronto no rurales vías de tierra y polvo que circundan a una ya finalmente afiebrada Tiquipaya.

martes, 12 de octubre de 2021

El ciclista (11)

Parado el ciclista al borde de la carretera en Quillacollo, espera movilidad pública. Vino a comprar una parte de una bicicleta que venderá en la tienda de bicicletas que tiene en Tiquipaya. No tiene el ciclista bici para un uso suyo. (Anticipándome en el temor de que deje de usar bici, al ciclista -- que es mi hijo menor --, le dije que para ciclistas con piernas regulares, la moto no es mucha ventaja ante la bici para distancias como Valle Hermoso, Tiquipaya, Quillacollo, Sacaba, desde el centro; y que usar auto puede ser algo menos peligroso para el motorista... a costa de empeligrar a ciclistas, peatones y a otros motoristas). La tienda la alquila donde antes se vendían repuestos de motos; comerciante ése que construyó más allá un edificio para vender más motos. Va pronto quizá a Aiquile el ciclista, pero no correrá (como lo hizo tres años seguidos) la carrera Cono sur; iría a por negocio. Tiene veintidós años, es padre de una niña linda, que tiene triciclo. Es instructor de espínin en un gimnasio; espínin es ponerse a pedalear unas máquinas que se parecen a las bicicletas, pero que no se mueven, están atornilladas al suelo.

Perro pequeño muerto por micrero

Hoy vi morir a un perro pequeño entre las ruedas de un micro. Yo estaba adelante de ellos; con la cabeza vuelta hacia atrás, vi al perro, en medio de la calzada, ser tragado por el túnel de las ruedas delanteras; quise verlo aparecer sin daño detrás del micro, pero lo vi ser aplastado por una de las traseras. El micrero llevó la movilidad a un costado y la paró ahí; yo apoyé mi bici al bordillo. El perro, de costado sobre el pavimento, tembló un poco. Antes de llegar yo a él, lo vi quieto, ya muerto. Lo toqué. El micrero trató de desubicarse, pero pudo, rápidamente, callar. El dueño del perro estaba ahí en la calle, y vio la cosa. Dijo que lo enterraría adentro, en su patio. No acusó al chofer. Alzó al animal muerto y se lo llevó, para adentro, para su casa. Fue a media tarde, por Chalancalle, entre puente Tolavi y Cuatro esquinas. (Antes de escribir esto, puse mentalmente: Hoy vi morir a un animal entre las ruedas de un carro, a un animal no humano.)

El perrito me pareció macho, era de pelo color castaño, y debió pesar unos ocho kilos, era pequeño; tenía un año y medio, dijo su dueño.

Los autos son muy pesados y a veces van demasiado rápido para la capacidad de nosotros animales, humanos y otros, de percibirlos, evaluarlos, reaccionar ante su ser peligrosos para nosotros animales, no escapando, hay veces, de ellos. Los autos son anti-animales, son contra-humanos, están mal, hay que deshacernos de ellos.

Estoy aún en trauma.