Ciudades crucificadas en la via maris
Lo que hace única a la experiencia israelí, a los cien años de experimento israelí, es la cada día mayor ceguera de sus actores ante su propia maldad. Son ladrones y asesinos, son mentirosos; lo saben y dicen en voz alta, al mundo entero, que son eso: asesinos de mujeres y niños, ladrones de la tierra palestina, y mentirosos en cada uno de sus documentos oficiales.
Cegados por el odio, cada día más desconocedores de la realidad, los israelíes, gran parte de ellos, son los personajes de una tragedia educativa que Alguien dirige para enseñarnos a todos a ser mejores.
En contraste, los palestinos, asesinados, torturados, hambreados, sumidos en el foso del incesante dolor innombrable, asumen para sí y por nosotros, la conciencia desnuda de este valle de lágrimas; de Dios, los palestinos reciben a manos abiertas la esperanza.
Los palestinos ven hoy a los ojos a Dios, y así, desde lo hondo de su ser inocentes sacrificados, saben de lo alto de lo real.
Gaza, ¡faro de las edades!
Gaza, donde la cruz toma, a dos mil años de Jesús, su nombre propio: juicio y resurrección.
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