Mi carnaval
Mi carnaval hoy, por llegar a los cincuenta años, es esperar que me mojen, ver que ni se fijan en mí para mojarme, y pasar y repasar, mostrarme esperando que, si no las de antes, las de acá, ahora sí, me mojen, por favor -- por dentro, digo, pido -- aquí estoy, qué, no me ven, mójenme, negras.
Claramente, el que te echen agua es señal de algún tipo de interés, desde la simple pequeña agresión (que parte de haberse fijado en el próximo blanco de la agresión) al interés de ese otro tipo, ya saben, rico interés, necesario, imprescindible de recibir... y que puede ser nada más en juego, no real, apenas virtual, pero así, reconfortante. Y interés que uno necesita también dar, ay.
Sí, al final, me mojaron, y me echaron espuma, suficiente.
Y yo, meta a mojar a esa gente y a otra, eso sí, con medida, casi con delicadeza.
Tuve mi carnaval, con la gente, con quienes hay roce diario, con los que me necesitan, con algunos de los cuales llega a haber hasta algo parecido al cariño. No pude beber alcohol, porque me medico (pequeña herida no relacionada con bicicleta, por si acaso).
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