Contento con mi biqui
Está rica esta nueva biqui, está suave, digo que nada se le mueve, claro, recién mantenida, pero, además, es que me exige más que la de antes, por su chicharra menor, y cuando le empiezo a dar lo que pide, que es recién hoy, pues, responde.
Ya tiene una varilla tangencial, de la rueda trasera, rota. Ya le abrí la rueda trasera, digo que de dentro de su cubierta le saqué la cámara, que en el curso de unos días fue perdiendo aire, pero sin llegar a encontrarle fuga (revisé en agua). Necesita muchas otras cosas. Y hoy quería comprar inflador, pese a que el maestro Félix, quien me vendió esta bicicleta nueva, me ofreció darme uno, cuando le pague el saldo de plata que le debo. Pero se me hizo tarde, supongo que la tienda, de aquí a tres cuadras, estará cerrada.
(Ah, hoy me regalaron el cuadro de otra bicicleta. Había ofrecido comprarlo, pero decidieron deshacerse de ella, sin que medie plata, la cosa es que me la lleve pronto. Es sólo cuadro y manubrio, sin aros. Marca que conozco, de hechura china, tipo imitación rutera.)
Hoy pregunté a una persona sobre mi bicicleta, ella, la persona la conocía a la bicla, le pregunté cosas sobre esa máquina, y me contó cosas de la Fénix. Sigo pensando en esos fierros huecos, los tubos que me sirvieron para caminar y ir y ver lugares. Y el día que me enteré que la había perdido (que el niño que me la robó la había vendido), pues, dejé de trabajar y bebí, tomé alcohol, solo, el sábado pasado.
La biqui nueva, aquí afuera de esta sala de internet, amarrada. La veo. A ella subiré en un rato. Algo sobre ella. Cuando Félix me mostró su cuadro suelto, sin más que eso, el cuadro, antes de armar la bicicleta, viendo los fierros, la máquina me pareció algo fuerte, duro, así la vi, como de combate. Especial fue cuando Félix el maestro me dijo: A esta bicicleta no la vas a mojar nunca. -- Respondí que claro, que nunca he lavado una bicicleta. Félix dijo que no tanto, pues, que le pase un trapo, pero seco, cuando esté muy empolvada. Conociéndolo, no quise darle mi opinión de que aquí en Cochabamba, con un aire casi todos los días tan seco, el barro agarrado a los fierros podría servir para protegerlos del aire exterior en movimiento, aire un poco más húmedo que el aire encerrado por el barro. Pero, claro, esto podría funcionar también al revés : el aire húmedo encerrado por el barro guardaría su agua, dañando a los fierros.