Yendo a la compra de verduras en Paucarpata bajo, en la calle llamada florida, pasan en sentido contrario, no lejos de mí, una detrás de la otra, dos mujeres en sus motos, una que lleva detrás suyo a una niña. Sus velocidades son como de mujeres locales, digo que no atronan el espacio, no se lo tragan. ¿Hace cuántos años empezó la motorización visible, medianamente extensa de las mujeres de entre veinte y cuarenta en este valle? En la ciudad de Cochabamba, hace unos 35 años; en el campo, deben ser hace algo más de diez.
A ti, Señor Dios, te pido paciencia cada día al ver y sufrir a tanta gente con autos y motos en pleno campo, pido me ayudes a interiorizar mi participación integral en este desastre humano que es la motorización, es decir, mi cuota parte en la destrucción de este valle, y te pregunto si tú quieres que yo haga parte de una reacción ante este error.
Mujeres locales en motos, presencias no tan hostiles como algunos hombres locales en motos: apurados muchos de ellos, sobre motos en general más grandes y polvosas, que ocupan con más estorbo y peligro para gente a pie o en bicicleta, más espacio. Lo que va junto a los muchos autos, algunos de ellos carros grandes y pesados, camiones largos y torpes que ocupan por ratos y trechos los caminos cada día más solados, viales para ellos, de este valle. A lo que se suma el chirrido múltiple, constante, por todo lado, de las variadas máquinas cortadoras de plantas en el valle, manejadas por vecinos o por empleados de las alcaldías. Y esto es empeorado por las máquinas que suenan en los (todavía activos, aun en medio de la recesión económica de hoy) sitios donde se construyen casas, edificios. Aquí al lado, en la construcción vecina, en este momento hay pausa de las máquinas a motor; es un respiro, un alivio para mí. Pero al entrar de vuelta de mis compras, vi que, como otros días, hay en el lote ese, dos movilidades estacionadas: pongo que por el aspecto, la camioneta es del dueño y el taxi es del maestro constructor. Hay días en que son tres las movilidades ahí quietas largas horas. Como llegan camiones con material de construcción, pueden ser cuatro y, a veces, más de cuatro autos a motor ahí, sirviendo al acto de levantar esa casa. La desmesura, la desproporción.
Como, en general, es el motorismo industrial: desparpajo, truculencia, sobredaño, inconsciencia, desmemoria, catástrofe situada en lo final de este tiempo último.
¡Sálvanos, Señor Jesús, dueño del mundo y de la salud del mundo, no dejes que lo acabemos de destruir!