El diseño del auto
A la memoria de Ken Kifer, atropellado y muerto por un motorista en septiembre del 2003, cuando tenía 57 años.
Los autos acezan, al tragar aire, su motor ronca su destruir el mundo, sus ruedas raspan el suelo y su mole corta y rompe el aire, quitando espacio a los hombres, y su masa-velocidad no humana los amenaza, acosa, hiere y mata. (En 130 años que lleva el motorismo, hombres en carro mataron a más de 60 millones e hirieron, mutilaron a unos 2400 millones de otros hombres y mujeres. En ese tiempo, hombres que se veían y se ven a sí mismos en función de los carros a motor, destruyeron la promesa de encuentro y creación humana que fueron las ciudades.)
Unos futuros autos silenciosos serán aun más amenazadores, menos humanos, más dañinos. Unos hombres dotados de autos, aparatos de consumir espacio y tiempo, máquinas de matar, que al manejarlos se midan, que "respeten" a los otros hombres y mujeres, no son esperables, y si se aparecieran, antes que reverentes, podrían ser mucho peores, serían solo bestiales, es decir, humanos. ¿Y ven que no hablo de autos "limpios", ni de autos baratos, no? Por lo demás, hablar del auto a motor es hablar de calles pavimentadas, o sea, de lugares destruidos. Y la industria-cultura del motorismo incluye a los aviones y a todos los demás medios de moverse, entre ellos, parcialmente, a la industria de bicicletas, debido a su carga destructora de naturaleza. La industria motorista está ahora inextricablemnte entrelazada con el resto de la economía-cultura, computarizada, algoritmizada, estupidizada.
No digo nada de la gente que va montada en bicicleta, ni de la gente que camina a pie, que también pueden ser y a veces son peligrosos para los demás. Nada más me quedo con la sospecha de que hoy la industria capitalista de bicicletas parece lograr torcer y anular parte de la promesa del ciclismo de un medio barato, humilde y decente para caminar distancias humanamente, digo que hoy parece que algunos ciclistas, con sus bicis caras, patentadas, y con su modo de manejarlas veloz y distraido (no integrado a los lugares por donde pasan) aceptaron dejarse meter en la mímesis de competir con los motoristas por destruir lo humano.
(Pondré contrapeso optimista cuando haya averiguado sobre el aumento de ciclistas urbanos en Estados Unidos, Europa, y hasta en Sudamérica, entre otras regiones, en los últimos veinte años; sobre actuales rediseños de partes de ciudades sin autos o con menos autos, con cercanía y lentitud; y sobre reapropiaciones sociales de lugares urbanos, hechas contra el motorismo.)
Escribí esto, menos trágicamente, hace mucho, inspirado en parte por Andrea Casalotti, que vendía bicicletas y fue dueño de bicimensajería en Londres. Inspirador es Ivan Illich, al que sin conocer siento amigo. Y, desde Ivan, André Gorz me aclaró algunas cosas.