La memoria, las voces, la carne y su muerte
Llueve chilche. Una gota que chorreaba y se detuvo sobre la pantalla hace de lupa, muestra los ¿pixeles? que componen la imagen sugerente de papel sobre la que unas letras marcadas con sugerencia de tinta componen las palabras del libro que leo. Es hora de, pensando y leyendo, dar un primer paso hacia entender esto de las computadoras, las memorias digitales, las redes internet, y antes, la memoria humana, las hablas humanas, el luminoso enredo humano de las muchas voces humanas que hacen la voz de los hombres. Partiré de saber que no hay modo de entender la memoria ni la voz humanas si no es desde la carne y su sacrificio, desde el Dios-hombre encarnado, cordero inocente, cada día asesinado por la maldad de los hombres que no saben lo que hacen (entre nosotros, por envidia, robamos y mentimos, y para taparlo, nos matamos). Seguiré reconociendo la palabra de curación del hombre-Dios revivido hoy que, llevándonos a él, que es bueno, nos salva hoy del horror de nosotros mismos, y nos hace buenos como él es.
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