El ayer
Ayer cumplí once meses sin fumar tabaco. En cuarenta años de ese vicio, mi fuerza apenas me dio para, unos pocos días, postergar u obviar uno o pocos más cigarrillos. Vino a mí el Señor Jesús y me dio la suya y en meses me libré del hábito de intoxicarme con ese veneno rápido.
Hace un año y nueve meses, el Señor Jesús, sin que yo lo advirtiera, me quitó con suavidad treintaicinco años de vicio de intoxicarme mascando hoja de coca junto con bicarbonato de sodio.
Combinados, el tabaco y la coca me perjudicaron mucho, de maneras que aquí hoy no diré.
Gracias, Dios, por salvarme del mal, por apartarme de mi estupidez. Ahora vivo mejor: día a día mi sobriedad crece, por tu gracia.
Con "intoxicación" apunto a mi modo al por mayor de usar ambas drogas que lo fueron para mí porque me volvían estúpido, contribuían a quitarme reacción ante el mundo y aun en las situaciones erradas salidas de mi perseverar en el vicio, que lo fue pues fue tormento.
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