Maestro sin diagnosis
Este bicicletero, lo que no tiene es habilidad diagnóstica, está ahí, sin iniciativa, no se le ocurre revisar, usar las orejas, los ojos, volcar la bici patas parriba (sólo eleva un centímetro la trasera y pedalea con las manos) para soltar a fuerza de manos toda la velo de los pedales, de repente subirse a la bici y dar una vuelta al manzano, usando oídos y ojos... Ah, V. amigo.
Pero es maestro mecánico de bicicletas, es un recio, resistente ejemplar de una raza extinta, los bicicleteros de profesión que atendían, dentro de los límites de la hace décadas defunta economía popular belcista boliviana (en la que actores muy pequeños usaban entre sí monedas mínimas para autonomizarse, apartándose de los succionadores actores grandes y abusadores, avasalladores), nos supieron atender a nosotros los en peligro de extinción ciclistas viejos del valle, con bicis decentes, no bicis fashion como las que usan los snobish, alharacos nuevos ciclistas fake. // Pero vuelvo a la queja... Es por su déficit diagnóstico que ¿cuántas veces ya? el problema que me hace venir donde él, al irme de aquí de su taller, sigue, y la bicicleta amenaza con, en uno de esos baches, romperse y dejarme a pie. Pero hoy la bi saldrá bien de aquí, con mazo trasero nuevo puesto. Aunque queda el freno trasero inservible porque, no, el maestro no halló entre sus repuestos perno pasador que cuelga sus varillas del cuadro de la bi; perno que mañana compraré y colocaré. Puesto el nuevo macero, V. lo hizo girar con un dedo, y me dio gusto el ruido a nuevo de ese dar vueltas mi eje trasero. Anticipé suavidad en mi moverme en la bi.
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