Naranjos y mandarinos de Chalancalle
Me ve quitar unas naranjas la señora que abre la reja y sale, y me dice que me lleve más frutas, que me lleve las que quiera. Entre naranjos y mandarinos (la fruta tempranera de éstos sufrió con la helada de últimos de julio, se le rajó la cáscara, exponiendo la recubierta pulpa) son ocho árboles bien cuidados, de tamaño alcanzable por mis brazos no largos. Esto fue el mes pasado; la semana pasada, retiré más fruta de ahí (son tan ricas, dulces y jugosas, ambas), y creí ver indicación de que el lote, amurallado con ladrillos, es usado como depósito por una empresa. Y al frente hay una ferretería que vende materiales de construcción. (No pongo más indicaciones; no vaya uno de ustedes que leen aquí en el valle ir por allá a ¡robarme! la fruta.) Chalancalle es transformada, su urbanización aumenta.
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