Cuánto mascar coca
Estando también ocupadas las otras cuatro mesas de la chichería, que es amplia y sin ruido, la mujer y el hombre recién entrados vienen a sentarse a nuestra mesa, donde sólo éramos dos. Son hijo y madre, él de cerca a cincuenta años, y ella por llegar a los setenta; ambos son morenos y delgados, y son gente del centro de la ciudad; como era la gente de aquí antes, si te miran a la cara, es sólo por un momento. Es media tarde del día de todos los santos. "Si utiliza bicarbonato -- me dice él -- sabrá que hay un efecto". Pienso yo: justo el efecto que busco (sin darme cuenta, velado mi sentido moral, de mi descaro ante mí mismo). Y entre los dos (él, de hablar directo, hasta, a ratos, ríspido, ella, delicada y suave) me explican su propio modo de mascar coca: no más de una vez al año; el tiempo, no más de una hora a hora y media; con muy pocas hojas (entendí que no más de un manojo ralo, unas pocas decenas de hojas), escogidas una por una, las manos, los dedos tienen que pedirle permiso a la diosa, tocando cada hojita, si esa hoja estará bien que uno la mastique; la cantidad separada de hojas antes de empezar es fija, no se la aumenta; mejor si no se le yapa nada a la coca, pero si se usa lejía, nada más que un mordisco pequeño (blanda, porque las lejías secas y duras dañan los dientes), a poco de meter la última hoja; al terminar y sacarlas, las hojas tienen que estar enteras, no rotas y menos picadas; babearse cuando se masca hoja de coca es feo y está mal (fue la señora la que dijo esto último, con un tacto..., usó más gestos que palabras); y mientras se mastica la coca, no se hace nada más que eso, y talvez conversar un poco: porque nunca se pijchea en solitario, hay que estar acompañado: la diosa es traicionera; la diosa es también celosa, no soporta a otros dioses cerca, y por eso, no se acullica tomando trago, ni siquiera chicha. En toda esta explicación, mi amigo, que no pijcheaba, no dijo ni una palabra, y yo, que soy contreras, extrañamente, sólo hice una o dos preguntas. Fue hace dieciséis años, en un local de la calle 16 de Julio.
Aumento yo a las indicaciones entonces recibidas: la coca excita los nervios, y por eso, mejor para el ya nervioso, no mascarla. La coca centra la memoria e imaginación, las limita y encauza; los temas de las personas que ocuparán al que la mastica, debe escogerlos antes de empezar el pijcho y, entendido que no puede salirse de ellos, tampoco debe permitirse las repeticiones exageradas de ideas, propias del miedo y del resentimiento o rencor; siempre es preferible intentar el silencio mental al reconcomio. Este añadido parece reto a mascar coca con un control de sí, y tiene que haber algunos que intentándolo, lo logran; pero lo digo abiertamente: como lo viví durante 35 años, fue vicio, y como tal, aunque defendido al principio, al final fue detestado por mí mismo.
Cuando son tres años que no masco coca (fue, por tiempos largos, a diario, durante horas; y me hice así mucho mal, no el menor entre los males, el maleducar mi voluntad, haciendo lo que yo sabía estaba mal) agradezco a mi Señor Jesús, quien me libró del vicio sin que yo me diera cuenta: luego de luchar un año y medio contra el vicio con armas amables, como niño que juega, un día, de pronto, eran meses sin coca... y ninguna mi necesidad, más, de ella.