jueves, 15 de octubre de 2020

Gasificado hace un rato

Hace un cuarto de hora, a una cuadra de la plaza 14, yendo por la calle 25 de Mayo, tuve que bajarme de la bicicleta para así agacharme y caminar escupiendo al suelo con menos incomodidad. ¡Desde el pasaje de la alcaldía me... nos llegaba el vaho del gas lacrimógeno que, seguramente, unos policías (¿de los de uniforme verde, policías nacionales o de los azules, municipales?; no lo supe), echaron contra unos manifestantes de intención y color que tampoco conozco.


Hacía muchos años que no sufría esa angustia puntual, cinco minutos, tres cuadras a pie (jalaba el brazo a mi bici), dudando sobre su podría respirar o no, apretando los párpados, encorvado el que huía, yo.

jueves, 1 de octubre de 2020

El suko a motor en el valle de Cochabamba

Los días lunes y martes de esta semana la avenida Blanco Galindo, que une la ciudad con Quillacollo, estuvo bloqueada o cortada por gente que reclamaba algo a una o más de las alcaldías del lugar (eran personas que me parecieron los varios componentes de familias; y no como otros grupos bloqueadores, que saben ser gente de edades cercanas).

En esos dos días me moví durante parte de la distancia entre donde vivo, que es cerca de Quillacollo, y donde trabajo, la ciudad, por caminos de tierra paralelos a unas diez o más cuadras al norte de la carretera o avenida BG. El lunes lo hice por pasear, y me sorprendió el volumen de carros de todo tipo que por los caminos de tierra y piedra suelta o piedra más o menos fija, me echaban encima la polvareda. Como no paraba, no disminuía el flujo o tráfico entorpecedor de carros por caminos no dispuestos para él, pude recordar haber oído días antes el anuncio del bloqueo, de boca de alguien que repetía noticias de la televisión. Hay que estar ahí para saber qué es esa avalancha de motorrres (triplico a propósito la ere), ese suko (palabra de mis vacaciones de niñez en Sucre, que es la masa de barro y piedras grandes que bajan del cerro y te sepultan a ti y a la casa donde te alojas; el suko llega a ti y a tu familia abriendo boquetes por el techo; el suko no te da tiempo de reacción; no sobrevives al suko). Parece que exagero. Ocurre que no hablo de cómo vivo yo esa invasión de carros a motor a la zona aquella semiagrícola y semiurbanizada ya por donde yo, ciclista, voy; sino que, yo ciclista, un elemento más de la riada, no soy el quien me interesa como receptor del suko, sino que miro al lugar y su ser dañado. El lugar se compone de aire, agua (en curso, a veces), tierra, plantas (muchas muy pequeñas), animales (la mayor  parte no vistos) y gente (gente que pasa por allí, gente que vive allí); partes estas del lugar, dispuestas de diversas formas, etc. El lugar es violado, arrasado, asolado por los carros. Y esa guerra de los motores-carros contra el lugar, que, estando uno ahí adentro, se siente, vive como insoportable, por un aumento grande del número de carros, ese tráfico por los lugares aun no urbanos del todo del áreas extensas del valle de Cochabamba, sucede, con un volumen menor pero igualmente devastador de carros, todos y cada uno de los días. Cuánto sufrirán los árboles, lo pájaros, las lagartijas, sapos, moscas, libélulas, piojos, khuros (gusanos) y demás, cada día. Cuánto sufrirán las personas o humanos... pero nosotros, hechores del desastre, ya no lo sentimos en nuestra conciencia, pues la hemos matado..., son nuestros cuerpos, es cada parte de nuestros cuerpos, que de manera separada, rota (sin la conciencia, y sin relatos, sin palabras, es decir, enfermamente) vive el infierno del tráfico. El tráfico, que es un infierno también, y sobre todo, en la ciudad, ya no sólo en lo semirrural, es la devastación propiamente bélica = de guerra de los lugares, su asolamiento, y su simplificación (la reducción del número de sus diversos componentes "naturales", sociales y humanos, y la reducción del volumen conjunto de estos elementos) para su final esterilización, obliteración.

El martes volví a pasar por esos lugares arrasados por los carros desplazados de la avenida troncal, nada más para ver la cosa. La vi. La sufrí.