Mi infierno
Una moto disparada a toda mecha por la avenida Blanco Galindo. No me pasa cerca, pero pasa a un lado de donde yo voy en bicicleta. Tiene el escape libre. Es mi infierno particular.
TOMEMOS EL CARRIL IZQUIERDO
Una moto disparada a toda mecha por la avenida Blanco Galindo. No me pasa cerca, pero pasa a un lado de donde yo voy en bicicleta. Tiene el escape libre. Es mi infierno particular.
En la jardinera central de la avenida Melchor Pérez de Olguín, media cuadra arriba del cruce con la avenida América, un grupo de gente rodeaba a una cruz plantada en la tierra: rezaban. De pie entre los frascos plásticos con flores, los candelabros con velas ardientes y un brasero ya apagado, ocho hombres y mujeres cochabambinos de entre veinticinco y cincuenta años repetían el credo, el padrenuestro, el avemaría.
Cruzo a pie la avenida Blanco Galindo, ayer viernes nomás, poco antes del puente de la avenida Beijing. Lo hago forzando a una camioneta (que iba a unos cincuenta kilómetros por hora, velocidad menor a la del grueso del pelotón que acababa de pasar) a bajar su velocidad y a esquivarme. Estaciona, el motorista se baja y viene, me increpa: "¿Y si te pisaba?" Yo busco bajarle la tensión. Él insiste con su pregunta, muy agitado. Se despide (un muchacho de menos de veinticinco años de edad se despide de mí, un hombre de más de cincuenta años) diciéndome, mientras agitaba el dedo índice de una de sus manos: "Última vez". Yo nada más sonrío.