Cristianos a la fuerza y sin el libro; las raíces del antisemitismo y las del sionismo
Al pensar en cuán cristiano soy y cuánto lo son mis compatriotas bolivianos, y sabiendo que nuestra religión es una de hombres y mujeres débiles ("todo lo puedo en Cristo, que me fortalece"), de esclavos necesitados de poesía salvadora (Simone Weil) en sus vidas agobiadas, me asombro por lo muy cristianos que me parecen muchos de ellos, especialmente la gente mayor, compasiva y piadosa, a pesar de que sus tatarabuelos fueron convertidos luego de enormes, centenarios genocidios a manos de los conquistadores y colonizadores, opresores cristianos españoles, que los dejaban desparramados, agobiados, despojados, miserables. Convertidos a la cruz, algunos de nuestros antepasados, a la fuerza, y el resto, porque no quedaba nada de lo previo... los españoles asoladores les mataron hasta a sus dioses.
No fue diferente, quinientos, mil años antes, la conversión de los mismos europeos al cristianismo: sus gobernantes opresores los arrearon a la fuerza hacia una iglesia ya desde antes corrupta (desde que el emperador romano Constantino y sus sucesores, en el siglo IV, hicieron obligatoria a la religión cristiana), una iglesia que en gran parte era, más que lo contrario a lo querido por Jesús, su perversión, al legislar el bien y el mal (esto último repite lo dicho por Illich en Los ríos al norte del futuro).
Sobre el odio europeo a los judíos. En aquella Europa desolada, despojada de sus dioses, con sus gentes oprimidas, y sus gobernantes volcados a guerras interminables y sin cuartel, pequeñas minorías de extranjeros sencillos y pacíficos, pero orgullosos de su sencillez y mansedumbre, los judíos, acorralados en sus barrios cercados y excluidos de lo civil, fueron envidiados y odiados por su piedad y por el tiempo que sabían darse para estudiar; a diferencia de los cristianos, desletrados, los judíos de Europa pudieron seguir siendo un pueblo del libro, como los llamó Mahoma. Hace 500 años, con la reforma protestante, masas de europeos agarraron el libro, pero a muchos de ellos no les quedó más que desleerlo, malentenderlo, por falta de herramientas para comprenderlo. ¡Las mismas herramientas de interpretación y reflexión que, en los dos talmudes y sus comentarios, los judíos desarrollaron durante siglos tan exquisitamente!
Nace el sionismo. Hace ciento cincuenta años, en esa Europa perseguidora de minorías distintas, algunos judíos, viendo el fracaso de su asimilarse a los europeos, viendo que, pese a haber negado su religión y dejado su piedad y orgullo, los cristianos los seguían excluyendo como a judíos, decidieron copiar del todo a la Europa entonces nacionalista y colonizadora (hasta aquí, sigo al rabino neoyorquino Yaakov Shapiro), se buscaron un padrino imperial, Inglaterra (que después sería remplazado por EEUU), y un territorio ajeno donde asentarse, primero de escondidas y después a la fuerza, despojando y expulsando a los indígenas palestinos.
Sionismo, entonces, es la idea de que los judíos de Europa deben "volver" a Palestina (entre comillas porque talvez nunca salieron de Europa, nada más se movieron o fueron movidos dentro de ella, talvez fueron siempre europeos, es algo que no se sabe con certeza). ¿De dónde sacaron el sionismo esos primeros sionistas judíos de fines del siglo antepasado? Se lo copiaron de cristianos europeos que lo inventaron, 300 años atrás, con la reforma protestante, y más insistentemente, a inicios del siglo XIX, a manera de librarse de sus poblaciones judías... Los sionistas fueron judíos que cayeron en la trampa cristiana europea del antisemitismo y pasaron a odiarse a sí mismos (como documenta la literatura sionista de entonces). Y desde entonces, el sionismo usa como motor al antisemitismo, lo necesita para crear y azuzar la decisión de judíos diaspóricos de emigrar a Israel, donde contrabalancean la "amenaza demográfica" palestina.