La sociedad está expuesta a muchos cambios y ello, hay que decirlo, no es una novedad. El cambio más evidente de los últimos tiempos lo constituye la reforma constitucional demandada por las organizaciones y movimientos sociales que heroicamente construyeron la agenda de octubre, donde exigían la instauración de una asamblea constituyente para tal efecto. Sin embargo habrá que precisar que las reformas institucionales del estado no responden necesariamente a las reformas que ocasionalmente ocurren en la sociedad. Las reformas de la sociedad son más profundas y duran mucho más tiempo que los cambios impuestos por la coerción estatal.
Sociedad y estado, en ambas se despliegan y se movilizan fuerzas, demandas y proyectos y en este ejercicio se generan lugares y no lugares de la política en función del constante bombardeo y superabundancia de espacios, acontecimientos, imágenes, relatos y discursos provocados por los cambios. Los lugares de la política son los espacios de la institucionalidad estatal, lugares autorizados para el debate y la deliberación política y los no lugares de la política en contraposición serían aquellos espacios donde se vacían de contenidos políticos a los sujetos, rompiendo o intentando romper sus vínculos de relación social para individualizarlos, aislarlos y sostenerlos temporalmente en un espacio no destinado al debate público; esto ocurre así cuando el no lugar es promovido por el estado. Pero cuando el no lugar es propuesto por la sociedad son espacios de desborde político, una zona de tránsito del conflicto social, un espacio paralelo en cambio constante.
Actualmente existen dos lugares de la política; uno de ellos en el marco de la institucionalidad democrática intercultural, que gira en torno a su vertiente representativa que articula elecciones, sistema de partidos y se prolonga en el parlamento y poder ejecutivo, permeando el poder electoral y el judicial. El otro es el campo del conflicto social, en él podemos identificar dos dimensiones, una de las cuales intenta ser definida como parte del conjunto de “tensiones creativas” que retroalimentarían el sistema político vigente y su otra dimensión sería el espacio nodal de contradicciones que fluyen desde la sociedad, un lugar que no es delimitado ni tendría instituciones regulares para su tratamiento.
Para aterrizar en estas definiciones vamos a analizar de manera sintética las formas en las que actualmente el gobierno de Bolivia se viene relacionando con los pueblos indígenas de la amazonia sur.
La reunión de corregidores indígenas convocada por el gobierno para el 26 de abril pasado en la comunidad indígena de Gundonovia (TIPNIS) es un ejemplo más de un no lugar de la política impuesto o creado por el estado ya que intenta ser la expresión del “encuentro” entre un estado que intenta sintetizar las supuestas “tensiones creativas” surgidas por la propuesta estatal de modernismo (carreteras, antenas satelitales, telefonía satelital, postas, escuelas, viviendas de material, etc.) con las prerrogativas indígenas de respeto a la madre tierra, al uso tradicional de sus recursos y a sus modos de vida que se constituyen en alternativas “creativas” frente a la propuesta modernizante estatal.
Esta modalidad del no lugar de la política creada por los operadores políticos del gobierno es una ficción estatal que intenta vaciar de contenidos discursivos y políticos a las autoridades comunales que son previamente “descontextualizadas” -se trasladan a corregidores de un territorio a otro; en un intento de conversar sobre las cuestiones vitales de su casa pero fuera de su casa- y posteriormente “desorganizadas” ya que el estado no coordina con sus organizaciones matrices sino que intenta subsumirlos en primera instancia y en caso de que ello no fuera posible sobrepasar sus instancias orgánicas, que es lo que al final ocurriría en Gundonovia.
Momentos previos al acto de Gundonovia los territorios indígenas TIM (Territorio Indígena Multiétnico) y TIMI (Territorio Indígena Mojeño Ignaciano) sostuvieron cada cual por su parte reuniones de corregidores para analizar la convocatoria del gobierno, decidiendo colectivamente en base a sus mecanismos asamblearios no asistir al evento en Gundonovia por que ellos tienen una casa propia donde quieren dialogar con el presidente sobre las necesidades y demandas de sus territorios.
La respuesta del estado fue soslayar la invitación realizada por las autoridades comunales y continuar con la agenda de reunión entre el presidente y los corregidores de los tres territorios indígenas (TIM, TIMI y TIPNIS) creando un evento que se constituye en la expresión de un no lugar de la política. El no lugar no es una utopía, existe y no postula ninguna sociedad orgánica. En este tipo de no lugares creados artificialmente por el estado solo tienen validez las individualidades (comunarios, personas, oyentes) pero no las relaciones comunitarias que se tejen entre ellos, mucho menos sus procedimientos propios y sus identidades sino es para registrarlos como cifra estadística refrendataria al inicio del acto y a la conclusión del mismo (5 de 6 pueblos indígenas; 79 de 120 comunidades).
Los no lugares de la política creados por el estado se contraponen a los lugares tradicionales de la política practicada en la democracia comunitaria, esa que ronda en los suburbios de la denominada democracia intercultural, donde se reproducen prácticas propias de deliberación política como son los “Encuentros de Corregidores” a nivel inter-comunal y las reuniones comunales a nivel inter-familiar.
Lo ocurrido en Gundonovia es un intento por generar no lugares de la política abyectos de cualquier tipo de deliberación pública, lugares pasivos que solo recepcionan los contenidos y los relatos que el poder necesita imprimir en ellos. No se trata de recoger demandas aunque eso digan sus operadores políticos, de lo que se trata es de imprimir nuevos códigos de comportamiento y nuevos sentidos políticos desestructuradores de las formas tradicionales básicas de deliberación asamblearia propia de los pueblos indígenas que se relacionan con los territorios que se intenta desestructurar.
Los encuentros de corregidores en el fondo cuestionan ciertas actitudes de los gobernantes que reproducen en las nuevas condiciones constitucionales la desigualdad entre pueblos y culturas. Pareciera que unos buscan cambiar al estado y otros, los operadores políticos intentan cambiar a la sociedad. Este tipo de no lugar es el no lugar de poder donde se anuda la doble y contradictoria necesidad de pensar y de situar lo universal y de anular o refundar lo local en base al relato dominante del proceso de cambio, relato arrebatado paradójicamente a las mismas organizaciones que se intenta desestructurar con el mismo relato que ellos originaron.
Pero existen otros no lugares de la política que escapan al control estatal. En la medida en que el gobierno, el partido, el sistema de partidos no es el lugar de representación, de deliberación y solución de los principales problemas y demandas de las comunidades indígenas, se genera un espacio político paralelo cambiante y discontinuo constituido a través de los mismos sujetos sociales que en lugar de despolitizarse se repolitizan al constituirse en querellantes de demandas no atendidas y de promesas no realizadas. Las marchas indígenas son en este sentido otros no lugares de la política que en realidad se convierten en campos de fuerzas más que un lugar de la política. Problematizan el orden político, aunque ese no sea su objetivo inicial, y a pesar de las acciones del estado para defenestrarlas, las marchas son la forma y sujeto de reflexión conflictiva de la sociedad que no necesita de la violencia para convertirse en un turbión que arranca algunas cosas de raíz y mueve otras de su lugar.
Fuente: https://es-la.facebook.com/TerritoriosenResistencia?filter=1