Mantenimiento en el parque de la Torre
Avanzan los seis hombres, cada uno por su trocha, cortando el pasto del parque de la Torre (hoy a primera hora de la tarde). El giro del cabezal de sus máquinas hace dar vueltas a una cinta de plástico que es un vertiginoso látigo que secciona las hebras de pasto. Las máquinas despiden retazos verdes alrededor de la acción. Las máquinas pueden alzar y lanzar en dirección inesperada todo pedazo de algo que hallén a su paso, como piedras. El ruido de las seis máquinas cortadoras, que cubre toda el frente del parque que los hombres van trabajando, ensordece.
Cesa el ruido de las máquinas, descansan los cortadores de pasto. Sus tubulares máquinas se apoyan en el suelo verde. Por el área ya cubierta por ellos se mueve una mujer que con un rastrillo junta en montículos los restos seccionados. Las nubecillas de polvo alzado del suelo por el corte se van asentando.
Los obreros son hombres jóvenes, delgados todos menos uno de ellos. La mujer, con un chaleco de tela del mismo color caqui que la ropa de sus compañeros, usa pollera y unos botines de seguridad.
Delante de mí, la trabajadora jardinera permanente de este lado del parque pasa jalando de un wato el andador de su hija de un año de edad, está apurada la madre, estira rápido el aparato.
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