jueves, 8 de junio de 2017

Unas preguntas a las siete y media de la tarde

La señora sentada con las piernas estiradas, la que me mira con sus ojos disparejos, con la que nos saludamos a diario, la vendedora de alfarería que a veces -- pero más antes que ahora -- me da trabajo, ella que, laxa, espera a su nieto, espera a que el niño traiga el carrito de dos ruedas para cargarlo y guardar lo último de su mercadería en el depósito, ¿está cansada?

El muchacho que en la esquina pasa raspando casi con su moto a un hombre parado que come salchipapas, el de la moto, que, a medio metro de mí que soy testigo, y muy cerca, demasiado cerca del hombre que come, el de la moto que pasa diciendo, despacio, convencido, aparentemente sin amenazar, al menos no en el tono, el que dice: "Levanta", y nada más casi que toca con su moto grande a alguien parado, ¿lo decía en serio, lo hizo de veras?

La mujer que en las manos sostiene un plato de plástico morado, cuando ya oyó a su compradora decirle que no comerá en ese plato pequeño y que además no le gusta comer en plástico, que le sirva en plato de porcelana, la comidera que deja su plato morado plástico sobre el único espacio libre de la elevada mesa y toma el sucio plato de porcelana, dice que lo lavará, lo mete al bañador con detergente, y lo lava, la comidera ¿pensaba descuidar a su clienta y darle menos ají de fideo en el plato mediano o pequeño?

La cara de doña Roxi la vendedora de buñuelos, que también vende api y toda clase refrescos, usando mucha, mucha bolsa plástica y vasos de plástico, su cara al sentarse en su mínimo banquito, ¿su cara traiciona una desolación pocas veces en alguien atisbada por quien la ve, que soy yo? Pensar que ella, doña Roxita, es no solo serena y esforzada y de buena onda y usa las palabras necesarias, pocas veces más palabras que las necesarias, y que en unas libretas pequeñas, lleva cuentas desde un peso a las muchísimas personas que, durante unas doce horas, le compran sus refrescos, para cobrarles al fin del día, tomemos en cuenta no solo estas muestras de, digamos, de que es centrada, sino que es una khatera que tiene la permanente ayuda incondicional de dos hijas mujeres, de alrededor de veinte años, ambas, dos hijas que la respetan, lo que es decir suficiente en estos tiempos en un mercado de Cochabamba. ¿Triste, más que triste la refresquera?

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