lunes, 26 de junio de 2017

Un lazo

Mirar este lazo y seguir mirándolo no hará que lo entienda. No sé cómo copiarlo, no soy hábil para anudar cuerdas, y ya. (Es el seminudo o lazo del negro wato de mi llavero.)

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Allá, en el poste, abajo del poste, sobre el suelo, sobre la acera cementada, un lazo, un moño, es una longitud de bolsa plástica negra que abraza al hueco poste de cemento.

Es un trozo de bolsa negra amarrada al poste de la luminaria, una empolvada lámina con flecos, cuyas aletas barren el suelo, ondean. No es una pequeña oscura paloma muerta con las alas extensas sobre el piso, no es otra ave de muerte olvidada en cualquier lugar de la ciudad de Cochabamba. De lejos, y a mis ojos de vista borrosa, parece paloma caída y quieta, carne que se secará al frío, al sol, pero no lo es, es solo un retinto retazo polietilénico. Para hallar palomas muertas, tendré que bajar de la acera, iré a la calzada, andaré unos metros o unas cuadras, y sin falta, una, más palomas aplastadas en las vías de motores de cualquier zona en esta ciudad del valle.

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