domingo, 5 de junio de 2016

Ligero ciclista

¿ Qué tiene la bicleta que me hace sentir bien ? Voy por una calle interna a la zona de los mercados, trancada calle estrecha. Me cuelo entre un camión cargado de mercadería y un trufi lleno de gente, y le hago el quite al carro que va delante de ellos, acelerando, le impido tocarme. De pronto, la calle está libre, abierta, vacía para mí, dos cuadras mías del todo. Acelero. ¿ Por qué esto me llena, si no equivale más que a avanzar ? Ya, bueno, soy hábil con el ciclo, soy ágil. ¿ Pero qué vale esto ? No sé. Talvez sea que, comenzando, cuando niño, siendo bastante torpe con mi cuerpo, pasando por descubrir, de muchacho, que era un tipo rápido, voy llegando, bastante viejo, a verme, y supongo que otros también me ven así, como un hombre -- busco en la red un sinónimo de ágil -- ligero.

También que dicen que pedalear, con el esfuerzo variable y flexible que pide, me hace producir (palabra fea para la cosa que nombra) una morfina dentro de mi cuerpo; junto con comer chocolate y hacer el sexo, la bicicleta, su uso crea autobienestar, inhibiendo el sentir lo incómodo, el dolor. Está, además, la rica aireación que da la bici.

Y que la bicicleta, ir sobre ella, multiplica mi potencia, mi alcance, me hace ir lejos y rápido. Me da el hecho y la ilusión de ser más de lo que en efecto, en cuerpo, soy. Sobre la bicicleta, me creo y, en cierta medida, soy más que algunos de los demás. Igual a lo que le hace a uno el carro, aumentarle la potencia, convirtiéndolo en otro, mayor, hinchándolo, sacándolo de su lugar. Sí, salvando la distancia entre ambas máquinas, guardando la proporción, la bicicleta hace eso con uno, lo disloca.

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