Estrella tímida
El cielo sucio opaco del lado de la ciudad donde vivo pide, para ver las estrellas a medianoche, que lo recorra lento, moviendo la cara de naciente a poniente y de vuelta al origen, y que, cuando ubique y pierda un punto de luz, siga recorriendo con la mirada, para, luego, volver al punto donde vi la elusiva cosa que brilla allá lejos arriba, o cerca de ese punto, pues si me fijo en ella de primera intención, ella se va, se apaga; en cambio si la dejo en su lugar, al volver a ella, durante un solo rato, la sorprendo y ella no tiene otra que dejarse ver. Pero luego pronto desparece. Entonces, miro el campo grande del cielo, cerca del centro del cual está la subsumiente luz, sin enfocar de frente en ella, voy llevando los ojos alrededor, a buena distancia, de ese punto medio, me apoyo en otra estrella cercana, con luz un poco más fuerte, sin quedarme en esta otra ella, y el punto luz buscado, la estrella pequeña, vuelve a verse, apenas, entre el borde exterior del centro de mi foco y la zona interna de su periferia.
Recuerdo de hace unas semanas, a eso de las ocho de la noche, la luna uno o dos días después del cuarto creciente, ubicada al nortenoroeste, y debajo de ella una estrella de brillo medio, y más abajo, alineada, otra estrella muy brillante. Rico, como representando la forma de una joya o de un arma de arrojar.
Y esas mismas dos estrellas, semanas después, me pareció que se fueron acercando, como para cruzarse. ¿Ocurre esto? Debo seguirlas viendo, a ver qué hacen, por dónde se va cada cuál.
Octubre del año pasado.
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