lunes, 2 de mayo de 2016

Moderación, el límite

Me siento en el vano de la puerta cerrada de una tienda. A mi lado una mujer de mucha edad, a la que no conozco. Fumo. Ella se pone a hablar, para mí : que estas casas (las del frente, son varias, son de tres y más pisos) se construyeron en una buena época; que entonces no habían estas barrigas (habla de los sobrantes, colgantes de dos mujeres de edad media, que pasan ante nosotros), que (a tales personas) se les va el cuerpo, que ellos comen y siguen comiendo, cuando, viendo que ya es suficiente, deberían parar, dejar de comer..., en su familia, dice, no hay, no había nadie gordo: el cuerpo así no más, como es (y llevando ambas manos a sus costados, las desliza, sin tocarse, hacia abajo, mostrándose). Luego, habla de que los campesinos... tal y tal otra cosa, en el tiempo de la revolución del emenerre; que los patrones huyeron (de sus propiedades rurales), dejando allí sus cosas, hasta tesoros, para salvar sus cuerpos (así lo dijo).

Esto me recuerda lecturas recientes sobre dónde poner uno el límite : hasta aquí, bien; más allá de aquí estará mal, pues sobra; basta, se acabó; a otra cosa, muchacho.

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