Necesidad de difundir una lista de motoristas amenazantes
Después de tiempo sin hacerlo, vuelvo a guardar en la memoria los detalles de los motoristas que me amenazan en la calle o que amenazan a otros. Anoto esos detalles, los expando. Pero no los copio a este cuaderno.
Ayer casi me pisan. En el centro de la ciudad, cruzaba yo a pie la calle por un espacio con pintura de cebra (donde se supone los peatones tenemos prioridad o hasta refugio ante los motoristas). Lo vi venir, lento, al motorista. Seguí andando. Esperé que frenara, que se detuviera. No lo hizo. Casi me tocaba ya. Salté hacia atrás, pero sin salir de la calzada, manteniéndome ante el auto blanco. Siguió acercándoseme, muy lento. Qué raro, empecé a pensar ¿qué busca este? Toqué, golpeé su capota. Recién frenó. Era un muchacho de unos veinticinco años, muy flaco, petiso, moreno, que se disculpó pidiendo perdón muchas veces, explicando que miraba la acera, que estaba distraído.
La placa era un número de cuatro cifras que olvidé, seguido de las letras ZEA.
Ya copiaré apuntes de otros incidentes.
Lunes 16 noviembre, hora 20, calle Lanza esquina Uruguay, un trufi de la línea R, placa 1779 SSS pasa muy cerca de mí, a unos 10 cm, estando yo parado a algo menos de medio metro del bordillo de la acera. Lo persigo, a pie, lo alcanzo. El trufi tiene un solo pasajero. El motorista es un hombre de unos 40 a 45 años, moreno, bajo, lleno sin llegar a gordo. Le digo que casi me toca. Argumenta que el semáforo estaba en rojo para mí. Sí, le digo, pero eso no quita que casi me tocaste; un hombre es más importante que el color del semáforo. Sigue en su línea. Lo dejo.
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