El frío en mis pies. Qué viejo estoy
Bajo de Tiquipaya a medianoche. Mis pies calzados con chinelas se enfrían, enfrían tanto que empiezan a doler. Las yemas de los dedos de mis pies me duelen, de frío, solo un poco. Ese pequeño dolor tiene su lado, su muy pequeño lado agradable (yo le sé hallar 3 y hasta 3 pies y medio a cada gato). Esto era bajando por la avenida Reducto; al llegar a la avenida Blanco Galindo, entibia algo el ambiente, y el frío es pasable. Llego a Tacata y de vuelta a subir, una subida limitada, y siento que mis pies se calientan un poco. Es rico. Voy llegando a casa.
Eso fue anoche. Hoy en la tarde, le compro pan a doña Adela, pan en cantidad para durarme varios días. Al entregarle el dinero, ella me dice que su pan se puede guardar unos días sin deterioro. Sí. Cuenta luego que viene de mover la cuchara en la olla grande -- adentro, en su casa -- en la que hace dulce de manzana. Le pregunto cómo hacerlo, y me explica paso a paso. Aclara que primero se hace hervir la manzana (pelada y pedaceada) y que es después que se le echa el azúcar, porque si se lo hace al revés, la cocción nunca llega al punto deseado, no espesa, mana dulce kan. Le pregunto el detalle del clavo de olor y la canela, y me los dice.
Quiero seguir escribiendo de cómo envejezco.
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